Rubalcaba escupe hacia arriba para poder achacarle la responsabilidad del salivazo al cielo. Con la proposición que plantea anular el acuerdo de España con la Santa Sede el dirigente socialista provoca a la Iglesia con la intención de que sea el clero el que diga hasta aquí hemos llegado. El objetivo, claro, es mostrarlo ante la sociedad como un ejemplo de agresiva intolerancia: ha empezado él. Un truco tan viejo al menos como la guerra de Cuba.
El secretario general socialista se retroalimenta de anticlericalismo porque cuando se gasta dentadura postiza uno no come Jabugo, sino jamón sin curar. Rubalcaba está ideológicamente muy mayor. Aún así, resulta desconcertante que se instale en los tiempos duros de la segunda república en lugar de en época dorada del socialismo, los ochenta, cuando morir de éxito era una opción de izquierdas. Lo que viene a ser como si Cruyff en vez de la final de Munich echara de menos su etapa en el Levante.