En una entrevista televisiva que le hacían al Cardenal Dolan, Arzobispo de Nueva York y Presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, tras la famosa entrevista del Papa a la revista de los jesuitas decía que su forma de actuar es precisamente lo que buscaron los cardenales que lo eligieron: "Queríamos un hombre que enseñara como Jesús".
En definitiva, una nueva actitud, y esto lo tiene muy claro el Papa Francisco: "La primera reforma debe ser la de las actitudes. Los ministros del Evangelio deben ser personas capaces de caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche, de saber dialogar e incluso descender a su noche y su oscuridad sin perderse. El pueblo de Dios necesita pastores y no funcionarios ‘clérigos de despacho’".
Seguro que a más de uno le ha sorprendido el estilo directo de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, la cual ciertamente marca un antes y un después porque se aleja de muchas de las convenciones y estilos al uso en la práctica del magisterio papal.
Eso de tener a un papa comiendo en el comedor de Santa Marta, dejándose fotografiar con jóvenes que le encuentran en el Vaticano y escribiendo exhortaciones apostólicas con el mismo desenfado con el que habla en una audiencia papal pone nervioso a más de uno.
Por eso hemos de ir a las actitudes de las cuales emanan el ser y el hacer del papa, pues nada de lo que hace es casualidad, sino más bien llevar a la vida lo que de palabra predica.
Cuando un papa dice que la Iglesia debe amar a los enfermos y se detiene para abrazar a una persona deformada por la enfermedad, nadie pone en duda ni su magisterio ni sus actos, porque hasta ahí todos entendemos. Eso lo llamamos coherencia.
Cuando un papa habla de la capacidad de caldear el corazón de las personas y hace una homilía cercana también se acepta porque al fin y al cabo se trata de eso, de una enseñanza dada en el contexto de una Eucaristía. Eso lo llamamos comunicación.
Ahora cuando un papa dice algo como lo siguiente, más de uno se pone nervioso:
“Tampoco creo que deba esperarse del magisterio papal una palabra definitiva o completa sobre todas las cuestiones que afectan a la Iglesia y al mundo. No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. En este sentido, percibo la necesidad de avanzar en una saludable «descentralización»”
Pero no nos equivoquemos, el papa Francisco no hace más que refrendar con actos lo que dice con palabras, y en este sentido su magisterio empieza desde el minuto uno de su pontificado cuando elige el nombre del de Asís, se autodenomina obispo de Roma y pide a todo el pueblo de Dios que rece por él.
Detrás de cada palabra, de cada gesto, hay una teología profunda en la que hay poco lugar a la improvisación en la que él asume el papel de ser depositario de una tradición y la encarna haciéndola accesible a todos.
Cuentan por ahí que cuando le fueron a presentar el borrador de la Evangelii Gaudium, el papa lo mandó de vuelta a rehacer diciendo “para hacer lo de siempre no vamos a sacarla”.
Efectivamente, no ha hecho lo de siempre. Por todas partes se ve la mano y el estilo de quien lo firma. Qué alegría tener al papa armando lío en la Iglesia, y prepárense porque la cosa sólo acaba de empezar…