Pensando en Ti Señor…, hay veces que mi cuerpo me traiciona. El no comprende la belleza de lo que mi alma te dice y de lo que es más bello aún, que es la realidad que mi alma capta, del amor que me tienes. Pero mi cuerpo, no comprende ni entiende nada que no sea pura materialidad y por ello me acosa con sus necesidades materiales queriendo dormir, haciéndome buscar una postura más cómoda, recordándome que ya llevo mucho tiempo,… etc. Amén de otras necesidades más groseras que él tiene.
Otras veces busca a su aliado Satanás, que está encantado de ayudarle y trata de desviar mi atención llevando a mi mente estúpidas trivialidades mundanas. ¡Pero realmente! que me importa a mí la marcha de la economía, los triunfos mundanos de artistas y futbolistas, o la marcha de la política; acaso estas tremendas preocupaciones que muchos tienen, va aumentar en mí, este deseo que tengo de llegar pronto a Ti, o van aumentar mi fe en ti. ¡No! al contrario lo va a debilitar todo.
Es mi alma la que gime por salir de aquí y llegar a su destino que eres tú Señor. Mi alma lucha día a día contra los deseos de mi cuerpo, que perfectamente sabe, que cuando mi alma abandone este mundo, él se quedara aquí como materia corruptible que él es. Él sabe muy bien, que cuando mi alma abandone este mundo y salga de él, su función habrá concluido. Mi cuerpo es plenamente consciente del paso de los años y sabe y ve que poco a poco que se va derrumbando y terminará por desaparecer convertido en polvo, porque como Tú ya le dijiste: “19 Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás”. (Gn. 3,19). Y ello es así porque del polvo salió nuestro cuerpo y al polvo tiende él: “7 Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente”. (Gn 2,7).
!Oh cuerpo humano mortal mío! Eres caduco como toda materia y poco a poco te deshaces, como un bizcocho mojado en leche. Donde están ya, aquellos años de flexibilidad y fortaleza de tus músculos. Aquellos años que tan poco tiempo duraron, y en los que tu habilidad corporal corría y saltaba como rebeco de montañas, de peña en risco y de risco en peña. Con el tiempo todo cambia tempus fugit exclamaban los romanos y para ellos, hace tiempo que se les escapó a todos, como desde luego se nos está escapando a nosotros. Nadie puede sujetarlo y como escribía Jorge Manrique ya hace más de 500 años.
“No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio,
porque todo ha de pasar
por tal manera…..”
Es ahora mi alma, cuando mi cuerpo cada día está más debilitado, la que ha tomado las riendas de la carreta de mi vida. Ella, cada día que pasa se hace día a día, más joven y lozana, porque ella ha descubierto, lo que con tanto ahínco buscaba Ponce de León, la fuente de la eterna juventud y ella la ha encontrado su juventud en el amor al Señor, porque Él es, quien con sus dones gracias y amor la rejuvenece y hace la hace cada día más feliz a mi alma. Tanto que ahora ella como le pasó a San Agustín, más de una vez me exclama: “Tarde te hallé, estabas dentro de mí y yo de te buscaba fuera”.
¡Dios mío! Que contradictoria es la vida de las personas en este mundo. Ha y personas que dicen que te aman y se lamentan continuamente de su envejecimiento, se lamentan de llegar al fin al umbral de la puerta que hemos de abrir para verte a Ti ¡Y dicen que te aman! Cuando tiemblan de ver que llegan al final. Escribía San Cipriano obispo y mártir: “Rechacemos el temor a la muerte con el pensamiento con el pensamiento de la inmortalidad que le sigue. Demostremos que somos lo que creemos, porque si no lo demostramos y no damos testimonio de quien tanto nos ama, es que no somos dignos de Él. No debemos de olvidar que el Señor nos dejó dicho: "32 Pues a todo el que me confesare delante de los hombres, yo también le confesare delante de mi Padre, que está en los cielos: 33 pero a todo el que me negare delante de los hombres, yo le negare también delante de mi Padre, que está en los cielos”. (Mt 10, 32-33). Debemos de pensar que aquí abajo, solo somos extraños peregrinos, que este mundo no es ni será nunca el nuestro. Deseemos desear con ardor aquel día en el que se nos asignará nuestra, propia casa, propio hogar, en que se nos quitaran las ataduras que ahora tenemos y se nos restituirá al Paraíso”.
Pero más vale tarde que nunca nos dice el refrán. Pero es el caso de que aquí, en darse o entregarse al amor del Señor, lo importante es que todo se centra en el amor, no en el tiempo que se ha estado amando, sino en la intensidad del amor que hemos sido capaces de ofrecerle al Señor, para corresponderle al suyo. Tú Señor así nos lo has hecho comprender, en tu parábola de los viñadores enviados a la viña a distintas horas y no aprovecha más el que ama tarde o temprano, sino el que ama con más fuerza y pasión. El Señor conoce nuestros tiempos y la impaciencia no es su defecto, sino que lo suyo es la virtud de la paciencia y de ella hace su gala y ornato. El espera y espera porque ama y no quiere que nadie se pierda.
El que llega tarde a la viña, en su interior se lamenta del tiempo perdido y recuerdo esas estrofas que desde siglos pasados nos dice:
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mis puertas cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuro.
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!; ¡qué extraño desvarío,
si de mí ingratitud el hielo frío,
secó las llagas de tus plantas puras!.
¡Cuántas veces el ángel me decía:
“Alma asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía”!.
¡Y cuánta, hermosura soberana:
“Mañana le abriremos”, respondía,
para lo mismo, responder mañana!.
Pero en esta vida, todo pasa nada hay perenne, todo es efímero el sufrimiento y la felicidad. Todo ser humano impulsado por esa impronta de anhelo de felicidad que Dios puso en su alma, la busca está desesperada pero equivocadamente, porque la busca en la materia, y la felicidad divina que el Señor nos promete no se encuentra en satisfacer los deseos de nuestro cuerpo, sino lo de nuestra alma. Y los deseos de nuestra alma no están en este mundo. Aquí solo podemos alcanzar, una brizna del deseo espiritual que buscamos entregándonos al amor del Señor. Pero ello no nos sacia solo nos mitiga un poco, esos goces que esperamos de beber en las frescas y limpias aguas de la vida eterna.
Aquí abajo podemos alimentarnos, con el nuevo mana que el Señor nos regaló, aquella noche en que instituyo la Eucaristía. Señor mi alma sueña con Ti sueña con tu amor te ansia te desea ardientemente no puede vivir sin Ti. Aún no te ha visto y ni alma ya vive loca por tu amor. Que no será cuando te halle. Mi alma sueña y sueño yo al unísono con ella, ese momento del encuentro contigo. Cuando me llegara ese momento. Mi alma continuamente suspira ansiosa en esta espera.
Señor no tardes, date prisa en socorrerme. Porque las aguas espumantes me rodean y amenazan pero yo te invoco y sé que nunca quedare defraudado
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. ENTREGARSE A DIOS.- www.readontime.com/isbn=8460975940
- Libro. LA SED DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316281
- Vida devota 25-02-11
- Nuestra vida íntima 06-01-11
- ¿Nos queda mucho o poco tiempo? 04-04-11
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