El País publica que Rouco y la asociación Santa Rita de Casia pugnan en el Tribunal Supremo por 23 valiosos tapices flamencos. Y especifica que el arzobispo los quiere para que luzcan en la Catedral de La Almudena y el colectivo para alquilarlos con un fin benéfico: la ayuda a mujeres maltratadas. Lo que lleva a la interpretación fácil de que don Antonio María es un hombre sin corazón, insensible ante la violencia machista y frío coleccionista de arte, que ve vídeos de Charles Bronson en la intimidad y puja en Sotheby´s a través de una persona interpuesta. Probablemente, un sacristán de la séptima avenida.
A mediodía de hoy la noticia había generado 176 comentarios de internautas, en gran parte negativos para Rouco, lo que resulta lógico si se considera que aquí no hay apenas lector que no juzgue desde el apriorismo, que es una casa sin ventanas adosada al intelecto. Quien no tiene como referencia el horizonte genera un mundo a su medida donde sólo cabe el cliché, una idea precocinada que ocupa poco espacio. Así, para esta gente un arzobispo no es más que un acaparador, un seminario un vivero de cardenales y un monaguillo español, un futuro Papa reaccionario.