Sé que la expresión “fotocopia de Cristo” no se puede aplicar ni al santo más santo. La uso -como indiqué en el escrito “Presentación”- en el sentido en que fray Modestino de Pietrelcina se la aplicaba a su Padre espiritual, el Padre Pío.
9. Como Jesús, que bajó del cielo para hacer la voluntad del que le envió (cfr. Jn 6, 38).
Para Cristo hacer la voluntad de Dios Padre fue su «alimento» (Jn 4, 34); es decir: su deseo profundo, su compromiso permanente… Para eso había venido al mundo: «Porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado» (Jn 6, 38). Y todo lo subordinó a esa voluntad divina. A la edad de 12 años, dirá a sus padres, que lo habían buscado angustiados al ver que no regresaba de Jerusalén en la caravana: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo estar en las cosas de mi Padre?» (Lc 2, 49). Al comienzo de su vida pública, rogará a Juan Bautista, que se resistía a bautizarlo, porque era él el que necesitaba ser bautizado por Jesús: «Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia» (Mt 3, 15). Y horas antes de su muerte, en el huerto de Getsemaní, sin dejar de manifestar su deseo al Padre, acatará su divina voluntad: «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero sino como quieres tú» (Mt 26,39)
Y Cristo nos pidió actuar como él. Hemos de pedir al Padre: «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo» (Mt 6, 10). Y hemos de amar al Padre cumpliendo los mandamientos que él, su Enviado, nos ha enseñado: «Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor» (Jn 15, 10), porque esos mandamientos nos manifiestan la voluntad del Padre: «Yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir» (Jn 12, 49). Sin olvidar que es la condición para entrar en el reino de los cielos: «No todo el que me dice “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt 7, 21).
Y Cristo nos pidió actuar como él. Hemos de pedir al Padre: «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo» (Mt 6, 10). Y hemos de amar al Padre cumpliendo los mandamientos que él, su Enviado, nos ha enseñado: «Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor» (Jn 15, 10), porque esos mandamientos nos manifiestan la voluntad del Padre: «Yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir» (Jn 12, 49). Sin olvidar que es la condición para entrar en el reino de los cielos: «No todo el que me dice “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt 7, 21).
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Ante las palabras que el Padre Pío escribió al padre Agustín de San Marco in Lamis, uno de sus dos Directores espirituales, el 25 de septiembre de 1915: «Ruegue y haga rogar por mí, que me siento forzado por el deseo de no apartarme ni un pelo de la adorable voluntad de mi Dios», podríamos decir con razón que para él, como para Jesús, hacer la voluntad de Dios Padre fue su deseo profundo, su compromiso permanente… Lo manifiesta una y otra vez, y de muchos modos, en sus cartas.
- El pecado implica apartarse de la voluntad de Dios. Esto es lo que el Padre Pío escribió al padre Benedicto, el 6 de julio de 1910: «Le repito que prefiero mil veces la muerte antes que ofender a un Dios tan bueno».
- La voluntad de Dios se concreta de modo muy especial en las exigencias de la propia vocación. El Padre Pío, llamado por Dios a la vida religiosa como franciscano-capuchino, en noviembre de 1922, cuando ya llevaba en su cuerpo las “llagas” del Crucificado, signo de una identificación plena con Cristo, pedía a su hija espiritual Nina Campanile: «Sé que Jesús te quiere muchísimo y te lo mereces. Háblale en mi favor, que me conceda la gracia de ser un hijo menos indigno de san Francisco, que pueda servir de ejemplo a mis hermanos de forma que el fervor se mantenga siempre y vaya creciendo cada día más en mí, hasta hacer de mí un perfecto capuchino». Y del Padre Pío sacerdote dijo Benedicto XVI, el 21 de junio del 2008, cuando visitó los lugares donde el Santo capuchino residió los últimos 52 años de su vida: «Aquí, en San Giovanni Rotondo, todo habla de la santidad… de un fervoroso sacerdote».
- El Señor, que tiene un proyecto personal para cada uno, sabe qué medios usar para manifestarlo. También en este caso la respuesta del Padre Pío fue generosa y digna de imitación. A Nina Campanile, en la carta antes citada, le dice: «Oigo en mi interior una voz que de continuo me dice: “Santifícate y santifica”. Pues bien, carísima mía, yo lo quiero pero no sé por dónde empezar».
Creo que no es superflua esta pregunta: ¿Para el Padre Pío hacer la voluntad de Dios fue algo más que un deseo profundo y un compromiso permanente? Sorprenden las palabras que escribió al padre Benedicto, el 18 de marzo de 1917: «¡Qué bello es, queridísimo padre, saber vivir sometido a las disposiciones del Señor!». Sorprenden, porque en las líneas anteriores del escrito, después de asegurarle a su Director espiritual que la carta que ha recibido de él le ha traído un levísimo alivio, añade: «pero ha sido por un brevísimo instante, y nuevamente me he visto sumergido en la más profunda desolación, que crece de continuo». Como en el sufrimiento, componente importantísimo de la voluntad de Dios para el Fraile capuchino, encontramos aquí las dos realidades: Cumplir la voluntad de Dios supuso para el Padre Pío tormento y dulzura, desolación y belleza.
Y el Padre Pío, al igual que Cristo, invitó a cumplir la voluntad de Dios y enseñó a hacerlo.
- Era el mensaje que repetía en sus cartas de orientación espiritual. A Raffaelina Cerase, el 24 de junio de 1915, se lo propuso y le animó a cumplirlo con estas palabras: «¿Y qué otra cosa se puede desear fuera de la voluntad de Dios? ¿Qué otra cosa puede clamar un alma consagrada a él? ¿Qué deseas tú, pues, si no que los designios divinos se cumplan en ti? Ánimo, entones, y siempre adelante en los caminos del amor divino, estando segura de que, cuanto más tu voluntad se vaya unificando y uniformándose con la de Dios, tanto más crecerás en perfección». A María Gargani le escribió: «Sométete, pues, a su divina voluntad y no pienses que le servirías mejor en otro estado de vida, porque sólo se le sirve bien cuando se le sirve como Él quiere»…
- Lo proponía también tanto en las breves orientaciones que ofrecía a diario antes del rezo del Ángelus como en las respuestas a las preguntas que le formulaban: «En todas las circunstancias de vuestra vida reconoced la voluntad divina, adoradla, bendecidla». «- Padre, ¿cómo puedo crecer en el amor? - Cumpliendo con exactitud y con recta intención las propias obligaciones, guardando la ley del Señor. Si haces esto con constancia y perseverancia, crecerás en el amor».
- Y ayudaba a personas y a grupos a descubrir la voluntad de Dios. Por ejemplo, a los médicos del hospital “Casa Alivio del Sufrimiento”, fundado por él en San Govanni Rotondo: «También vosotros, los médicos, habéis venido al mundo, al igual que yo, con una misión que cumplir. Escuchad con atención: Yo os hablo de obligaciones en un momento en que todos hablan de derechos. Tenéis la misión de curar al enfermo; pero si no lleváis amor al lecho del enfermo, no creo que las medicinas sirvan de mucho... El amor no os puede hacer prescindir de la palabra. ¿Cómo podríais manifestarlo si no es con palabras que consuelen espiritualmente al enfermo? Sed portadores de Dios para los enfermos; eso será más útil que cualquier otro cuidado».
- El pecado implica apartarse de la voluntad de Dios. Esto es lo que el Padre Pío escribió al padre Benedicto, el 6 de julio de 1910: «Le repito que prefiero mil veces la muerte antes que ofender a un Dios tan bueno».
- La voluntad de Dios se concreta de modo muy especial en las exigencias de la propia vocación. El Padre Pío, llamado por Dios a la vida religiosa como franciscano-capuchino, en noviembre de 1922, cuando ya llevaba en su cuerpo las “llagas” del Crucificado, signo de una identificación plena con Cristo, pedía a su hija espiritual Nina Campanile: «Sé que Jesús te quiere muchísimo y te lo mereces. Háblale en mi favor, que me conceda la gracia de ser un hijo menos indigno de san Francisco, que pueda servir de ejemplo a mis hermanos de forma que el fervor se mantenga siempre y vaya creciendo cada día más en mí, hasta hacer de mí un perfecto capuchino». Y del Padre Pío sacerdote dijo Benedicto XVI, el 21 de junio del 2008, cuando visitó los lugares donde el Santo capuchino residió los últimos 52 años de su vida: «Aquí, en San Giovanni Rotondo, todo habla de la santidad… de un fervoroso sacerdote».
- El Señor, que tiene un proyecto personal para cada uno, sabe qué medios usar para manifestarlo. También en este caso la respuesta del Padre Pío fue generosa y digna de imitación. A Nina Campanile, en la carta antes citada, le dice: «Oigo en mi interior una voz que de continuo me dice: “Santifícate y santifica”. Pues bien, carísima mía, yo lo quiero pero no sé por dónde empezar».
Creo que no es superflua esta pregunta: ¿Para el Padre Pío hacer la voluntad de Dios fue algo más que un deseo profundo y un compromiso permanente? Sorprenden las palabras que escribió al padre Benedicto, el 18 de marzo de 1917: «¡Qué bello es, queridísimo padre, saber vivir sometido a las disposiciones del Señor!». Sorprenden, porque en las líneas anteriores del escrito, después de asegurarle a su Director espiritual que la carta que ha recibido de él le ha traído un levísimo alivio, añade: «pero ha sido por un brevísimo instante, y nuevamente me he visto sumergido en la más profunda desolación, que crece de continuo». Como en el sufrimiento, componente importantísimo de la voluntad de Dios para el Fraile capuchino, encontramos aquí las dos realidades: Cumplir la voluntad de Dios supuso para el Padre Pío tormento y dulzura, desolación y belleza.
Y el Padre Pío, al igual que Cristo, invitó a cumplir la voluntad de Dios y enseñó a hacerlo.
- Era el mensaje que repetía en sus cartas de orientación espiritual. A Raffaelina Cerase, el 24 de junio de 1915, se lo propuso y le animó a cumplirlo con estas palabras: «¿Y qué otra cosa se puede desear fuera de la voluntad de Dios? ¿Qué otra cosa puede clamar un alma consagrada a él? ¿Qué deseas tú, pues, si no que los designios divinos se cumplan en ti? Ánimo, entones, y siempre adelante en los caminos del amor divino, estando segura de que, cuanto más tu voluntad se vaya unificando y uniformándose con la de Dios, tanto más crecerás en perfección». A María Gargani le escribió: «Sométete, pues, a su divina voluntad y no pienses que le servirías mejor en otro estado de vida, porque sólo se le sirve bien cuando se le sirve como Él quiere»…
- Lo proponía también tanto en las breves orientaciones que ofrecía a diario antes del rezo del Ángelus como en las respuestas a las preguntas que le formulaban: «En todas las circunstancias de vuestra vida reconoced la voluntad divina, adoradla, bendecidla». «- Padre, ¿cómo puedo crecer en el amor? - Cumpliendo con exactitud y con recta intención las propias obligaciones, guardando la ley del Señor. Si haces esto con constancia y perseverancia, crecerás en el amor».
- Y ayudaba a personas y a grupos a descubrir la voluntad de Dios. Por ejemplo, a los médicos del hospital “Casa Alivio del Sufrimiento”, fundado por él en San Govanni Rotondo: «También vosotros, los médicos, habéis venido al mundo, al igual que yo, con una misión que cumplir. Escuchad con atención: Yo os hablo de obligaciones en un momento en que todos hablan de derechos. Tenéis la misión de curar al enfermo; pero si no lleváis amor al lecho del enfermo, no creo que las medicinas sirvan de mucho... El amor no os puede hacer prescindir de la palabra. ¿Cómo podríais manifestarlo si no es con palabras que consuelen espiritualmente al enfermo? Sed portadores de Dios para los enfermos; eso será más útil que cualquier otro cuidado».
Elías Cabodevilla Garde