El fútbol es la vida reflejada desde el palco del callejón del Gato, lo que explica que mientras el entrenador, Rajoy, ve el partido abierto seis millones de españoles se encuentre en fuera de juego posicional, sin tocar bola, mientras el resto malvive en las bandas en espera de un balón que nunca llega, atosigado, además, por los hombres de negro en el papel de cuarto árbitro.

En este contexto de crisis de resultados los responsables del desaguisado juegan al achique mientras buscan una cabeza de turco. La de la Iglesia, por ejemplo, que es una  buena opción desde Mendizábal. Para una parte de la clase política el clero es lo que Rusia para Franco, un enemigo recurrente al que echarle el muerto encima para que el pueblo llano anticlerical pida convertir el cuerpo místico en cadáver exquisito. Huelga decir que el pueblo llano anticlerical no cree que la resurrección es la buena vida.