Esta es nuestra vida…, la  vida de cualquier persona, que de una forma consciente o sin darse cuenta inconscientemente, se pone a buscar al Señor y como el que busca siempre halla, él termina por encontrarlo porque el Señor nunca se esconde y cuando lo encuentra, uno primeramente no puede dejar de amarlo y si persevera en su amor acaba entregándose a Él. Es entonces cuando se inicia en la vida íntima de esta persona una lucha entre dos fuegos. Por un lado el fuego del amor de Dios, por el otro lado el fuego material, de lo que hasta ese momento le ha estado atándo a este mundo. Solo el paso de la conversión con la subsiguiente entrega de esa alma al amor divino, logrará acabar con la primera batalla de la lucha entre estos dos fuegos. Pero… ¡ojo! Se puede ganar la primera batalla pero perder la guerra, porque tal como escribe San Pedro “Sed sobrios y vigilad, que vuestro enemigo el diablo, como león rugiente, anda rondando y busca a quien devorar, resistidles firmes en la fe”. (2Pdr 5,8).

            En el desarrollo de la vida espiritual de un alma, hay tres claras fases a tener presente: La primera, es la de la búsqueda del Señor, en la cual no hay una clara lucha ascética, aunque sin escaramuzas con el enemigo. En la segunda fase el alma comienza a vislumbrar la belleza del amor a Dios y quiera caminar, pero se encuentra entre dos fuegos. Por un lado el fuego del amor al Señor que le llama y hacia él quiere caminar su alma, que comienza a enamorarse del amor, que aunque no conoce a fondo, percibe su existencia y por otro lado está su cuerpo, que no quiere romper con sus lazos materiales y sospecha que se va a meter en un berenjenal, por lo que dice: Más vale pájaro en mano que ciento volando.

            Son los tres enemigos del alma los que maquinan al unísono: el mundo, el demonio y la carne. La lucha no se resuelve en tres días, puede tardar, no semanas, sino meses o incluso años. En esta fase nos cuenta Santa Teresa de Jesús y nos dice que: “…tenía una incoherencia entre la oración y la vida. Es una vida de mediocridad. No deja las ocasiones. No arranca a un amor radical a Dios. Quiere mantener dos polos contrarios: tratar a la vez con Dios y con el mundo. Yo tenía oración más vivía a mi placer”.

            Teresa lucha por salir de ese estado, pero quiere hacerlo sola. Siempre confía solo en sus fuerzas. Y escribe: “Me debía faltar no poner del todo la confianza en Su Majestad”. En esta situación, ella entra en la crisis más grave de su vida espiritual: “comencé de pasatiempo en pasatiempo, de vanidad en vanidad, de ocasión en ocasión...” Pasa en el locutorio muchas horas, entretenida con las visitas y alejada de Dios. La animan los superiores porque era una fuente de ingresos para el monasterio.

            El Señor se le representa y la reprende “con mucho rigor” por aquellas amistades. Poco después, abandona la oración del todo: “… me parecía mejor, andar como los muchos y rezar a lo que estaba obligada… y no tener tanto trato con Dios”. Es tremenda, la fuerza del ejemplo de los demás. “Donde va Vicente donde va la gente”. Si es verdad que queremos volvernos locos de amor por el Señor, es necesario caminar hacia Él, aun teniendo en cuenta la opinión de los demás. ¡Ay de los padres! Que tuercen y malogran la vocación de sus hijos, con la disculpa de que son demasiado jóvenes y que aún no conocen el mundo. Dichosos aquellos que han tenido la suerte de no conocer el mundo. Y uno se pregunta: ¿Es que para entrar en un noviciado, es necesario tener previamente la experiencia de haber pecado? ¿Pero que noción tienen estos padres de la gracia divina? supongo que ninguna porque no se les ha ocurrido utilizarla y desde luego les resulta imposible comprender lo que es la vida espiritual y el amor de Dios.

            Cuando en esta lucha entre los dos fuegos lentamente el alma, al adquirir un mayor desarrollo se va haciendo más fuerte, llega un momento en que la gracia divina actúa llevando esta alma hacia una conversión, que dará lugar a una entrada en la tercera fase, que es la de entrega del alma amor que le ofrece el Señor.

            Santa Teresa nos cuenta el inicio de su conversión en la Cuaresma de 1554, “… ante  la imagen de un Cristo muy llagado. Era tan devota que en mirándola toda me turbó de verle tal... Y me arrojé cabe Él con grandísimas lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle” La conversión no fue de golpe, la conversión fue un proceso. En 1556, es decir cuando tenía 41 años tiene lugar la conversión plena. Dios la libera de sus afectos desordenados: “Ya no quiero que tengas conversación con hombres sino con ángeles. Esos “ángeles” serán los grandes amigos de Teresa de Jesús. Las personas que buscan a Dios y tratan de cosas espirituales. Ella nos enseña la gran lección de la amistad. Por eso definirá más tarde la oración como un “trato de amistad con Dios”.

            Pero como al principio decíamos, con la conversión la lucha ascética no ha terminado, continua con una nueva estrategia demoniaca, porque el demonio, jamás suelta una presa, puede ser que cambie de estrategia, porque sabe muy bien que no se puede continuamente estar tentando un alma de la misma forma, pues por las sucesivas derrotas que el demonio sufre, sabe que son nuevos méritos del alma tentada y que la fortalecen en su lucha ascética, Amen que de que el demonio padre de la mentira y record universal de soberbia, ella su soberbia no le permite sumar fracaso tras fracaso, e intenta nuevas vías de ataque, ataques estos que jamás desaparecerán ni siquiera en la agonía de la muerte de una persona. Pero en esos momentos finales, nuestro ángel de la guarda, y sobre todo la Virgen si hemos sido devotos de ella, nunca nos abandonará.

            La vida espiritual de un alma, desde luego comienza en serio después de su primera conversión, pero tras esta vendrán otras, porque a partir de la tercera etapa de entrega de un alma al Señor, las conversiones serán sucesivas y cada una de ellas presupondrá, un paso más en el camino del amor al Señor. Por último hay que señalar que de la misma forma que nuestros cuerpos son diferentes unos de otros también lo son nuestras almas y diferentes son también la intensidad y circunstancias que rodean el camino de un alma hacia el amor de Dios. Lo escrito hasta aquí no son pasos, por lo que todo el mundo tiene que pasar, son etapas de la vida espiritual que con carácter general recorren muchas almas. Los caminos hacia Dios son todos tan distintos como tan distintas son las almas de que se trate.

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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