Crepúsculo en Tíscar
“Úbeda”, nº 43; julio 1953
1.-
Un sayal de penitencia
visten los picos enhiestos
y el horizonte se sangra
en un llanto de cerezos.
Brillan cendales de oros
al tornasol de los vientos:
oro en ubérrimos valles,
oro en los chopos erectos,
oro en las cumbres bravías,
oro mar en los almendros.
Que en la atalaya del Puerto
la tarde se está muriendo.
2.-
Por la cañada del río
va un rumorcillo muy quedo
que, entre temblores de mimbre
y aroma de los espliegos,
dice al agua a las estrellas
susurros de amor eterno.
Los senderos se han dormido
sobre el castillo cimero,
la aguja de Peña Negra
ensarta grumos de cielo.
Que en la atalaya del puerto
la tarde se está muriendo.
3.-
En la quietud de los valles,
-telar de líricos vuelos-
un grillo teje en la rueca
de su son, tules de ensueño.
Se ha estremecido una alondra
y al tremolar de un jilguero
monta su guardia una estrella
en nubes blancas de incienso
y el aire es solo un liviano
cristal ambarino y terso.
4.-
Calla el aire; duerme el prado
en regazo de silencio;
silencio que en leve arrullo,
a la Virgen va diciendo:
Que en la atalaya del Puerto
la tarde se está muriendo.
5.-
El crepúsculo de Tíscar
llamea tras los oteros
mientras el sauce suspira
la ausencia del molinero
y madura el fruto verde
gravitando en el almendro.
Es el instante del éxtasis
entre la tierra y el cielo,
entre la forma y lo íntimo,
entre la vida y sus sueños
el que a la Reina
con la luz de sus reflejos.
6.-
Éxtasis de sol y luna
que oyen con dulce embeleso
el dialoguillo que hilan
la paloma y el lucero:
« Lucero, ¿por qué hoy estrenas
en tu rielar rayos nuevos?»«Paloma, ¿por qué empavesas
los arrullos de tu pecho?»
7.-
Quiero ser voz mensajera,
quiero ser dosel y verso,
que hoy al Niño, la Señora
enseña en su andar primero.
Quiero ser luz diamantina,
antorcha del gran portento,
que a Jesús la Madre tierna
llorando le va diciendo:
«Espera, Hijo mío, espera
y escucha mi dulce anhelo.
No poses tu pié de nardo
sobre un camino de cieno;
mira que crueles espinas,
te llagaron sin remedio.»«Déjame azucena henchida,
déjame andar mí sendero,
que hijos tuyos hoy tendrán
Redención en mi desvelo.»«Mira Jesús, que de lirio,
me están el alma vistiendo
la aguja de tus afanes
y el humano menosprecio.»“No llores, madre, no llores,
porque en tus ojos yo quiero
florezca la luz del mundo
y su amoroso consuelo”.
8.-
Se ha deshecho ya el encanto;
ya las voces se perdieron;
ya todo lo acuna el río
con la nana de sus ecos.
Sobre la torre encrespada
de un homenaje postrero,
rutilante, faro y guía
de este Belén navideño,
brilla el lucero de Tíscar,
cantando en el firmamento.
Que en la atalaya del Puerto
la tarde se está muriendo.