La advertencia lanzada por el fiscal jefe de Reggio Calabria, Nicola Graterri, de que el Papa podría ser objeto de un atentado por la mafia calabresa, una de las más poderosas de Italia, que ya es decir mucho, posiblemente no tenga otro objetivo que el de promocionar el libro que él mismo ha escrito sobre las relaciones entre la Iglesia y la mafia. Digo posiblemente.

 No hay que descartar, sin embargo, que la cosa vaya en serio. A Juan Pablo II casi le matan en 1981, lo cual nos indica que el hecho de ser un Papa, el líder espiritual más importante del mundo, no es ningún seguro de vida, sino más bien al contrario. Es cierto que Juan Pablo II estaba pisando los pies de los dictadores comunistas, que pagaron al sicario Ali Agca para que les hiciera el trabajo sucio; pero también es cierto que el Papa Francisco está molestando a más de uno con la limpieza que está llevando a cabo en el Banco del Vaticano y en otros organismos de la Santa Sede. La diferencia puede estar en que los comunistas sabían que acabar con el Papa era necesario para evitar lo que terminó sucediendo en 1989, la caía del Muro, mientras que la mafia ya ha recibido los golpes que tenía que recibir por parte del Vaticano, si es que de verdad había algún tipo de vinculación entre sus dirigentes y las cuentas opacas del IOR; es decir, aquellos actuaron de manera preventiva y éstos lo harían según la más clásica "vendetta" italiana. Si la venganza es tan atractiva como para correr el riesgo que implica matar a un Papa, entonces quizá lo hagan.

Yo confío, lógicamente, en que esto no suceda. Pero, por si acaso, creo que hay que proteger al Pontífice. Hay que hacerlo, aunque a él no le guste, aumentando sus medidas de seguridad. Y, sobre todo, hay que hacerlo blindándolo con la oración. No en vano, él pide reiteradamente eso. "Rezad por mí", repite sin cesar. Pues bien, efectivamente creo que hay que rezar por él. Rezar por su seguridad y rezar para que acierte en el gobierno de la Iglesia. No es fácil lo que tiene que hacer. No olvidemos que su predecesor dimitió porque se sintió incapaz de dar la respuesta adecuada a los graves problemas que tenía delante de sí. Esos problemas no han cambiado, así que Francisco tiene que hacerles frente y realmente no es fácil acertar. Por si fuera poco, quizá alguno quiere quitarle de en medio con una bala. Blindemos al Papa con nuestra oración, no le dejemos sólo nunca.

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