Del mismo modo que no hay mujeres feas, sino hombres con la vista cansada, no hay  un catolicismo irreconocible, sino un laicismo miope incapaz de distinguir la diferencia entre unas gafas de culo de vaso y un microscopio, por lo que cuando mira al bulto cree que escudriña.  Lo que explica que el laicismo miope sostenga que la Iglesia ha desvirtuado el mensaje primigenio del Evangelio, a la vez que advierte contra los carismas católicos apuntalados en los viejos tiempos.

Hay que aclarar que si para el laicismo miope los primeros cristianos son a la vez un ejemplo y una amenaza es por esa tendencia suya de jugar en el medio campo, donde ni se fallan remates a puerta vacía ni te meten goles tontos. El medio campo es esa zona plácida en la que el público agradece incluso un regate de más. El laicismo miope, huelga decirlo, sabe que la grada está llena de personas que tampoco ven bien.