Es indudable…, que si no todos nosotros, desde luego casi todos tenemos una innata tendencia al protagonismo y a buscar los primeros puestos para tratar de no pasar desapercibidos. Y el que lea esto y piense, ¡Pues yo no! se equivoca. Puede suceder que no se consciente de esta tendencia por timidez o propia sujeción o que haya alcanzado un grado tal de desarrollo en su vida espiritual, que ya innatamente busque la humillación y la humildad

            Pero es el caso, de que absolutamente todo ser humano, nace con una innata tendencia a la concupiscencia, como consecuencia del pecado de nuestros primeros padres, que espero que Dios los tenga ya en su gloria y aunque la Iglesia católica, que yo sepa no los tiene incluidos en el canon de santidad a Eva y Adán, si hay algunas iglesias cismáticas orientales, que si los reconocen como santos. Y sin perder el hilo de lo que comentamos, es de ver que la concupiscencia nos pone por delante de la humildad al orgullo, padre de todos los vicios, pues no existe vicio alguno que su raíz de origen, no se encuentre enraizada en el orgullo.

            En más de una glosa, hemos hablado de ese pedestal que a todos nos ha construido nuestro ego que siempre está en lucha con los deseos de humildad de nuestra alma, a la cual lo único que le interesa, como ente del orden espiritual al que pertenece, es alcanzar a su Creador, comprendiendo ni acomodándose a los deseos y afanes de nuestro cuerpo. Una veces conscientemente y otras inconscientemente muchos de nuestros actos, tienen por objeto el aumentar el tamaño y sobre todo la altura de nuestro pedestal para de esta forma, humanamente descollemos sobre los demás.

            Más de una vez y en distintas ocasiones, el Señor nos ha señalado la importancia que tiene la humildad y la renuncia a nuestra tendencia al protagonismo, así por ejemplo rematando la contestación, a la pregunta que San Pedro le hizo, acerca de lo que ellos iban a recibir por haber abandonado todo, el Señor terminó diciéndoles: “29 Y todo el que dejare hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o campos, por amor a mi nombre, recibirá el céntuplo y heredara la vida eterna. 30 Y muchos primeros serán los postreros, y los postreros, primeros”. (Mt 19,27-30). Y también en otra ocasión les dijo: “29 Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. 30 Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos”. (Lc 13,28-30). Con motivo de las protestas que surgieron en la parábola del pago por igual, a los viñadores que fueron a la viña desde primera hora de la mañana, que los que fueron al final de la tarde dijo el Señor: 14 Toma lo tuyo y vete. Yo quiero dar a este postrero lo mismo que a ti; 15 ¿No puedo hacer lo que quiero de mis bienes? ¿O has de ver con mal ojo que yo sea bueno? 16 Así, los postreros serán los primeros, y los primeros, postreros. Porque son muchos los llamados y pocos los escogidos”. (Mt 20,116).

            El Señor nos pone de manifiesto lo importante que es, el que busquemos la humillación en todo la cual irá acompañada esta de la mansedumbre y por ello nos dejó dicho: “29 Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas, 30 pues mi yugo es suave y mi carga ligera”. (Mt 11,29-30). Decía San Alfonso María de Ligorio, que: “La virtud de no airarse en las contrariedades que sobrevengan es hija de la mansedumbre”. Y ciertamente la mansedumbre y la humildad caminan parejas. Es muy duro tener que reprimir nuestra soberbia, cuando nos vemos calumniados e injuriados y tener la humildad de ni responde, pro es aquí donde entra en función nuestra mansedumbre de la manos de nuestra humildad”.

            Y en definitiva uno puede preguntarse ¿Qué es y en que consiste la humildad? Cómo muchas veces sucede, sobre todo en temas de carácter espiritual,  se tiene una idea imprecisa y vaga de lo que practicamos o queremos llegar a practicar. Sobre la humildad, podemos proporcionar una serie de opiniones y comentarios que pueden funcionar en forma de definición. Así, San Francisco de Sales, nos dice: “Que la humildad es el verdadero conocimiento y voluntario reconocimiento de nuestra miseria”. Santa Magdalena de Pazzi nos dice que: “La humildad no es otra cosa más que un continuo gozo en medio de todo lo que nos proporciona un desprecio de nosotros mismos”.  Fuentes Mendiola, nos dice que: “La humildad es la fuerza, motor, que lleva a poner a disposición de Dios todo cuanto somos y poseemos”. Manifiesta el cardenal Mc Carrick, que: “La humildad es la disposición que tiene el alma para poder recibir los dones de Dios”. Y El obispo Sheen nos dice que: “Humildad es la virtud que nos dice la verdad acerca de nosotros mismos, como nos hallamos, no ya ante los ojos de los hombres sino ante Dios. La infra-estima no es humildad”. Para Santo Tomás Moro: “…, la humildad es el fundamento de las demás virtudes, y permite a uno remontarse con paso seguro hacia las más altas metas”.

            El Señor sigue insistiéndonos en la bondad de la humildad y nos dice: “11 Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, 12 porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”. (Mt 23,1112). Y en San Lucas podemos recoger y leer los siguiente: “7 Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola:8 Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: “Déjale el sitio", y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar. Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: "Amigo, acércate más", y así quedarás bien delante de todos los invitados. 11 Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”. (Lc 14,711)

            Pero donde verdaderamente nos dice algo que para muchos les puede resultar sorprendente es en San Mateo cuando nos dice; “31 Los publicanos y las rameras os precederán y entraran más alto que otros en el reino de los cielos”. (Mt 21,31)" Hemos de partir de la base que el arrepentimiento es un acto de humillación, generalmente realizado por razón de amor, y más ama el que o la que más perdón ha recibido, porque su pecado era mayor.

            El Señor acudió a casa de Simón a donde fue invitado a un banquete, Simón en su interior censuró que Jesús se dejase lavar los pies por una mujer pecadora: “40 Jesús le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». «Di, Maestro! respondió él. 41 «Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. 42 Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos amará más?». 43 Simón contestó: «Pienso que aquel a quien perdonó más». Jesús le dijo: «Has juzgado bien». 44 Y volviéndose hacia la mujer, dijo de Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los son sus cabellos. 45 Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. 46 Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. 47 Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor». 48 Después dijo a la mujer: «Tus pecados te son perdonados». (Lc 7, 40-48).

            San Francisco de Sales, decía: “…, la penitencia confiere a los pecadores arrepentidos un esplendor considerable, lo hemos demostrado por la sagrada escritura: “Los publicanos y las rameras os precederán y entraran más alto que otros en el reino de los cielos”. (Mt 21, 31); por eso muchas veces, “Los últimos serán los primeros”. (Mt 19,30).

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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