Señor Padre santo
tú que concediste a Felipe de Jesús Munárriz y a sus compañeros,
fidelidad total a su vocación misionera
siguiendo a Cristo hasta el martirio,
y les hiciste testigos de caridad perfecta
en el perdón de sus perseguidores:
concédenos, por su intercesión,
la firmeza perseverante en la fe,
y una caridad sincera
para amar en Cristo a todos los hermanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
que nos has dado en los Mártires Claretianos de Barbastro
un modelo de fidelidad a la Causa de Jesús,
de amor al Corazón de María y a la Iglesia,
de lealtad a los hermanos y de perdón a los enemigos,
concédenos imitar su ejemplo
en la vivencia fiel y gozosa de nuestra consagración
y en el anuncio del Evangelio
para gloria de Dios y salvación de todos los hombres
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Al año suelen pasar unas cinco mil personas. Entre las reliquias está una reproducción del maletín de médico en el que escondieron las formas sagradas cuando fueron detenidos. Durante su encierro en el colegio de los Escolapios de la ciudad convertido en cárcel, el cocinero escondía cada día un trozo del Cuerpo de Cristo dentro del pan que recibían en la comida para que pudieran comulgar. “La comunión clandestina les dio fuerza para vivir esos días heroicos”, explican.
También se pueden ver las últimas cartas que escribieron en el papel que envolvía algunos alimentos que recibían en donde queda patente el perdón a sus enemigos y la paz que mantenían a pesar de que sabían que iban a morir.
Uno de los claretianos presos, el beato Faustino Pérez, dejaba por escrito que después de que murieran el día anterior 6 de sus hermanos presos, en el día en el que escribe la carta sabe que otros 11 serán enviados al paredón.
Sin embargo describe esos duros momentos como llenos de serenidad: “esperamos el momento con generosa impaciencia y cuando ha llegado, hemos visto besar los cordeles con los que los ataban, y a otros dirigir palabras de perdón a la turba armada; cuando va en el camión hacia el cementerio los oímos gritar: ¡Viva Cristo Rey! Responde el populacho, rabioso, ¡muera! ¡muera!”.
“Morimos todos contentos, sin que nadie sienta desmayos ni pesares, morimos todos rogando a Dios que la sangre que caiga de nuestras heridas no sea sangre vengadora”, escribe el mártir apuntando que decía esto “en nombre de todos los mártires de Barbastro”.