Era un domingo del mes de junio del año 2009. Asia Bibi se levantó pronto mientras su marido y sus hijos todavía dormían. Fue a un campo cercano a participar en la cosecha de bayas, pues su modesta economía doméstica requería de cualquier ayuda. En su pequeño pueblo, situado en el centro de Pakistán, el día era muy caluroso. Tras varias horas trabajando bajo un intenso sol, decidió ir a beber agua al pozo cercano. Otras mujeres que también trabajaban en la cosecha lo vieron. Una de ellas gritó contra ella: había contaminado el agua, porque Asia Bibi es cristiana y no puede beber donde lo hacen los musulmanes. El revuelo consiguiente llevó a que muchas mujeres se congregaran en torno a ella y comenzarán a atacar su condición de cristiana. Ella osó defenderse y comparar a Jesús con Mahoma sobre esa cuestión. La respuesta fue una colección de insultos y una paliza improvisada. Luego la denuncia por blasfemia, un delito que en Pakistán se paga con la muerte. Desde entonces, Asia Bibi está en la cárcel, tras un simulacro de juicio en donde se la declaró culpable de la pena capital. Espera la ejecución de su condena o la concesión del indulto. La ofrecieron convertirse al Islam, pero ella se ha negado, manteniendo su fidelidad a la fe en Jesús, en la que fue criada. Lleva cuatro años encerrada en una oscura y fría prisión, aislada de otras presas, por temor a que alguna quiera cobrar el alto precio que un mulá ha puesto a su cabeza (suficiente para comprarse una casa en ese país). No puede ver a sus cinco hijos. Pocas veces a su marido, su principal apoyo. Asia Bibi es una mujer sencilla de un pueblo sencillo, que no sabe leer ni escribir, pero que está convencida de los valores que guían su vida: que ama a su familia, que ama a Dios, tanto que no entiende como en su nombre la gente puede desplegar tanto odio. Una mujer sencilla que suscitó el interés internacional porque pone rostro a una legislación inaudita: injuriar a Allah o a Mahoma, despreciar al Corán, puede conducirte a la muerte. Basta que varios testigos lo confirmen; es su palabra contra la de otros que pueden fácilmente utilizar esa ley para saldar rencores personales.
Asia Bibi ha recibido muchos testimonios de apoyo internacional, que no han sido todavía suficientes para liberarla de la cárcela, para permitirla abrazar a su marido y a sus cinco hijos. El gobernador musulmán de su provincia, Salman Taseer, fue asesinado en diciembre de 2010 por apoyarla: un soldado de su escolta le disparó. Tuvo tratamiento de héroe por buena parte de los clérigos que alientan el creciente radicalismo islámico del país. Poco tiempo después, en marzo de 2011, Shahbaz Bhatti, el único ministro cristiano del gobierno pakistaní, fue también asesinado, en una emboscada a la salida de su casa en Islamabad. Ambos asesinatos fueron reivindicados por una organización talibán.
Bhatti había denunciado en múltiples ocasiones la ley de la Blasfemia en su país y había dado apoyo público a Asia Bibi. Había sido amenazado numerosas veces por su apoyo a las minorías religiosas. Poco antes de morir dejó grabado: "Creo en Jesucristo, que dio su vida por nosotros, y estoy listo para morir por esta causa. Vivo para mi comunidad y moriré si es preciso para defender sus derechos". Desde sus muertes han pasado más de dos años, cuatro desde que Asia Bibi ingresó en la cárcel. Ni las peticiones de Benedicto XVI, ni de otros líderes mundiales, han servido para liberar a esta mujer sencilla, que sólo quiere vivir tranquila con su familia, siendo fiel a su Fe. No olvidemos a estos cristianos que en tantos países sufren discriminación, desprecio o ponen en peligro sus vidas simplemente por ser fieles a sus convicciones. Los medios de comunicación occidentales se olvidan de ellos; parece que no interesa su testimonio, en una sociedad que parece también olvidarse del cristianismo. No podemos ser indiferentes ante el sufrimiento de nuestros hermanos de tantos países, al menos hagamosles presentes en nuestras oraciones y sigamos difundiendo su sufrimiento, para que algún día puedan vivir su Fe libremente.

(puedes también contribuir a su liberación mediante la campaña que se está promoviendo para pedir el indulto al presidente de Pakistán)