El hombre caritativo es el que entrega 100 euros de su propio bolsillo al desconocido que los necesita urgentemente para pagar el alquiler. El hombre solidario es el que anuncia al desconocido que llevará el caso de los arrendamientos al parlamento. Los solidarios aseguran que dar limosna no soluciona el problema de la mendicidad. Los caritativos saben que 50 céntimos apenas dan para una chapata, pero también que el gesto visibiliza al que pide, dignifica al que aporta y retrata al que elude porque, aunque es triste pedir, más triste es no dar. 
Una organización vinculada a la Iglesia catòlica, TeInvitoacenar.org, prepara un festín navideño para 600 personas sin recursos. Habrá quien se la saque, pero esta iniciativa no tiene ningún punto de semejanza con aquella de siente un pobre en su mesa que durante el desarrollismo convirtió a la clase alta española en anfitriona de los parias. Más que nada porque en esa ocasión el sombrero hongo no se humillaba ante la boina, sino que le hacía un favor de clase, al modo en que el día que le pilla de buenas lo hace el señorito al jornalero al que le dice que se tome el día libre. En esta, sin embargo, lo importante no es la satisfacción del que invita, sino la generosidad del que recibe. 
el que recibe.