La elevada prima de riesgo del cristianismo se deriva del ataque de según qué naciones a esta religión, lo que aboca al rescaste de 350 millones de creyentes bienaventurados, pues son perseguidos por la causa de Jesús, según refleja en una docena de fotografías una exposición itinerante que acaba de recalar en los renacentistas cerros de Úbeda. Como quiera que la cifra de cristianos perseguidos es similar a la población de Estados Unidos, sólo hay que imaginar qué haría EE UU tras un ataque preventivo de la URSS para valorar la paciencia con que los cristianos afrontan la persecución.
La derrota que el mandamiento nuevo infringe a diario a la revancha, que es la victoria de la mejilla sobre el guantazo, explica que al exterminio programado de cristianos no responda de la misma manera el cristianismo en los paíes en los que es religión mayoritaria. La explicación es espiritual: el cristiano entiende que un hermano es un hermano aunque calce babuchas en vez de las sandalias del pescador porque una religión apuntalada en el amor de Dios es incompatible con el rencor del hombre.