El progresismo considera que la Conferencia Episcopal observa la dramática situación social y económica de España como el que oye llover en el diluvio. El progresismo esboza con trazo grueso la figura de un clero insensible que incumple el mandato de comprometerse con los desheredados. De lo que se deduce que Cáritas es una federación de la UGT y Rouco una versión diocesana de Cándido Méndez que sustituye la amenaza del otoño caliente por la frialdad ante los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa.
Para el progresismo la curia es responsable indirecta de lo que pasa en la calle. En unas reciente movilización le ha reprochado su supuesto silencio ante, por ejemplo, la tragedia de los desahucios. Poco importa que en octubre de 2012 la comisión plenaria de los obispos reclamara medidas para evitar que ninguna familia quedara en la calle por el devastador efecto mixto de la burbuja inmobiliaria y la voracidad bancaria. Eso no cuenta. Lo que cuenta es contar la historia tergiversada para equiparar al río Jordán con el Banco de Santander, el novio rico de la novia del mar. Imagino no obstante que, consumado el desastre, la progresía busca acomodo a los desahuciados y les ofrece comida gratuita en la casa del pueblo. Ah, no, eso lo hace la Iglesia que tiene la manía de considerar a los hombres hermanos en vez de camaradas.