El Señor, sobre este tema nos dejó muy bien explicado lo que es el amor al prójimo y la necesidad que tenemos de amarle a él, si es que amamos al Señor. Por ello nos dejó dicho: "27 Pero yo os digo a vosotros que me escucháis: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, 28 bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian. 29 Al que te hiere en una mejilla ofrécele la otra, y a quien te tome el manto no le impidas tomar la túnica”. (Lc 6,27-29). Y como ejemplo práctico y para que no nos cupiese la menor posibilidad de duda, nos dio el ejemplo práctico de la parábola del Buen samaritano que nos lo dice todo.
Servir al Señor es para todos fácil y placentero, el amor al Señor a nadie le incomoda, pero amar al prójimo ya es harina de otro costal, y no digamos nada, de eso de amar a los enemigos, incluso los que nos han producido daños materiales, o desean nuestra muerte. Pensemos en los cristianos sean católicos o no, que ahora en este momento en que estamos cómodamente, unos leyendo esta glosa y yo escribiéndola, los están persiguiendo, acosando y asesinándolos, en países de mentalidad islámica o hindú. Pocas son las personas que de corazón aceptan amar, y aman igual que a sus propios hijos, no ya a los que nos persiguen para matarnos, es que ni siquiera, aquellos que tienen unas ideas políticas distintas de las nuestras. Todos somos hijos de un mismo Padre celestial, aunque esta paternidad no sea reconocida por muchos a los que deberíamos de amar y no amamos.
En el amor, cuanto mayor es el deseo de servir al amado, mayor es la intensidad de amor que se le tiene al amado. Es imposible y carece de sentido, decir que se ama al Señor y hacer luego lo que a uno le apetece, al margen del amor que se declara tener, si esto sucede es que no hay amor de verdad, porque en el amor funciona con intensidad, lo que se dice vulgarmente, de que: Obras son amores y no buenas palabras o razones.
Por ello, si decimos si amamos a Dios, se tiene que entender que amamos también a todos nuestros semejantes, a todos, inclusive a aquellos que nos estén causando males. Y nos dijo el Señor también a vuestros enemigos ¿Y esto porque es así? ¿Por qué Dios quiere que amemos a nuestros enemigos? Pues sencillamente, porque así Dios lo desea. Pero continuando en la búsqueda de razones, uno se pregunta: ¿Y porque así lo desea Dios? La razón de porqué así lo desea, es fácil de entender para aquellos que tengan hijos, porque cabe otra pregunta ¿Qué padre o madre humana desea que los demás no amen a sus hijos? Es un principio básico el que nos dice, que todo el que crea algo ama su obra, porque ella es expresión de sí mismo. Esto se da mucho entre los artistas, pintores, escultores y también entre los escritores. Nada de extraño tiene, que Dios que nos ha creado a todos a su imagen y semejanza, nos ame y desee que todos amen lo por El creado.
Todos los seres humanos que han sido creados por Él, están obligados a amar a sus semejantes también creados por Dios y desde luego muy en especial, aquellos que dicen que le aman. El grado de extensión de la obligación de amar a nuestros semejantes es absoluto, y sin excepción alguna. Por ello el Señor, nos dejó dicho: “31 Tratad a los hombres de la manera en que vosotros queréis ser de ellos tratados. 32* Si amáis a los que os aman, ¿qué gracia tendréis? Porque los pecadores aman también a quienes los aman. 33 Y si hacéis bien a los que os lo hacen, ¿qué gracia tendréis? También los pecadores hacen lo mismo. 34 Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué gracia tendréis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir de ellos igual favor. 35 Pero amad a vuestros enemigos, haced bien y prestad sin esperar nada y será mucha vuestra recompensa, pues seréis hijos del Altísimo. Porque Él es bondadoso para con los ingratos y malos”. (Lc 6, 31-35).
Pero no sólo consiste el tema en amar a nuestros semejantes. No consiste en decir simplemente yo los amo, sino que hay que demostrar que se ama. Y como se demuestra esto? Pues tal como hemos indicado en el título de esta glosa sirviéndoles. Servir a los demás es servir al Señor, hacer un favor a alguien, es hacerle un favor al Señor, sonreír simplemente a alguien para disculparse es sonreírle al Señor, humillarse ante alguien disculpándose de algo que no ha cometido y aceptar las consecuencias de los actos de otros, es demostrarle al Señor que uno le ama.
En definitiva servir al prójimo, es estar sirviendo al Señor. Que nadie se equivoque y piense que eso de servir, es denigrante. Todos hemos venido aquí, a servir los unos a los otros ¡Ahí, de aquel! que no quiera servir o sirva de mala gana, porque no estará sirviendo al Señor. Y si alguno piensa que eso de servir es humillante, demos gracias a Dios por la oportunidad que nos, da de poder humillarnos ante Él, humillándonos ante los hombres.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
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La fecha que figura a continuación de cada glosa, es la de su publicación en la revista ReL, en la cual se puede leer la glosa de que se trate.
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