El editorialista de El País ¿consulta a los ciento y pico mil lectores del periódico para elaborar su  análisis sobre las cuestiones candentes? No, lo que hace es tener en cuenta el perfil ideológico de los mismos para que su opinión encaje con la de los compradores del diario. Es más que posible, sin embargo, que no todos compartan de la a a la zeta el abecedario progre del periódico. Aún así, la mayoría firmaría el editorial. El País, sin embargo, al igual que gran parte de la prensa de izquierdas, sostiene que un obispo, el equivalente espiritual a un director de rotativo, redacta homilías con las que no comulga la feligresía católica de base. Es decir, con los lectores de la segunda a los filipenses. 

De ahí que la prensa zurda haya acogido con alborozo el cuestionario que El Vaticano ha remitido a las conferencias episcopales para que se pronuncien sobre temas controvertidos, como el matrimonio homosexual y su antítesis, el divorcio heterosexual. El alborozo se deriva de que la progresía mediática considera que es un cuestionario retórico, repleto de sobrentendidos tipo el Papa no es de derechas, tú ya me entiendes. Y no es eso. El cuestionario, si se lee despacio y sin apriorismos, viene a ser un tratado de humanidad entre interrogaciones, pero la izquierda de papel considera que es un misil tierra-aire lanzado a la línea de flotación de la barca de Pedro por orden del propio Francisco. Pura ignorancia. Si esta gente hubiera leído el Nuevo Testamento sabría que las preguntas de Jesús no tienen como objetivo sacar conclusiones, sino desvelar el camino.