Es difícil hablar y/o escribir sobre la pobreza, pues existe el riesgo de hacerlo únicamente para que se vea o suene bien; sin embargo, la realidad exige arriesgarse y alzar la voz para poder actuar en consecuencia. La miseria tiene muchas caras, historias desgarradoras que nos interpelan. Por ejemplo, cuando vemos a un niño o a una niña pidiendo limosna en algún semáforo de la ciudad. Estamos tan acostumbrados, que la escena nos parece parte del paisaje urbano, cuando –en realidad- tendría que alarmarnos en todo sentido. ¿Qué sentiríamos si fuera un hijo o una hermana la que estuviera en esa situación? Seguramente, no se nos ocurriría reírnos y olvidarnos del tema. El post o la entrada de hoy, tiene un objetivo muy modesto: apelar a la conciencia; es decir, despertar y poner en juego el sentido de la creatividad para tomar acciones concretas. El momento de la solidaridad es ahora. Cada uno debemos buscar la manera de hacer la diferencia.
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