Son momentos complicados para la Iglesia y para todos los que desean vivir en la fe, esperanza y caridad, desde la Tradición Apostólica.  Tradición Apostólica que es mucho más que “revaivals” postmodernos llenos de estéticas y cruzadas en contra de los que no siguen nuestras estéticas. ¿Qué podemos hacer en este año que empieza? Podemos escuchar a San Ignacio de Antioquía y seguir sus consejos al pie de la letra:

Y orad sin cesar por el resto de la humanidad (los que tienen en sí esperanza de arrepentimiento) para que puedan hallar a Dios. Por tanto, dejad que tomen lecciones por lo menos de vuestras obras. Contra sus estallidos de ira sed mansos; contra sus palabras altaneras sed humildes; contra sus vilipendios presentad vuestras oraciones; contra sus errores permaneced firmes en la fe; contra sus furores sed dulces. Y no sintáis celo de imitarles desquitándoos. Mostremos que somos sus hermanos con nuestra mansedumbre; pero seamos celosos en ser imitadores del Señor, emulándonos unos a otros por ser cada uno el que sufre la mayor injusticia, el que es más defraudado, el que es más destituido, para que no quede ni una brizna del diablo entre vosotros, sino que en toda pureza y templanza permanezcáis en Jesucristo con vuestra carne y con vuestro espíritu. (San Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios X)

Lo que nos aconseja San Ignacio de Antioquía evidencia lo lejos que estamos de vivir un cristianismo verdadero. Con quienes nos miren de reojo con desprecio y resentimiento: caridad, mansedumbre y dulzura, pero sin dejar de intentar ser símbolos vivos de Cristo. ¿Nos sentimos vapuleados? Demos gracias a Dios porque en ese maltrato encontraremos el camino de la humildad y de la constancia. No es fácil ni está bien visto alejarse de los shows y del “merchandicing” tan valorados actualmente. Arrodillarnos ante el Señor en un rincón oscuro, donde nadie nos vea. Aunque esto pueda crear recelos entre quienes se dan cuenta que no nos comportamos como los demás. En este sentido, la parábola del Publicano y el Fariseo (Lucas 18:9-14), vuelve a ser una joya para meditar y rogar a Dios que nos ayude a parecernos al Publicano.

Recordemos que el Tesoro está enterrado y que la Perla se esconde de quienes la puedan desear. Así es el Reino de la Cielos, una propuesta que va contra todo lo que actualmente valoramos.

Para terminar, el siguiente párrafo de la misma obra de San Ignacio de Antioquía:

Estos son los últimos tiempos. Por tanto seamos reverentes; temamos la longanimidad de Dios, para que no resulte en condenación contra nosotros. Porque o bien temamos la ira que ha de venir o amemos la gracia que está presente ahora —lo uno o lo otro—; siempre y cuando seamos hallados en Cristo Jesús como nuestra vida verdadera. Que nada relumbre ante vuestros ojos, aparte de Aquel en quien llevo mis cadenas, mis perlas espirituales, en las cuales quisiera levantarme de nuevo por medio de vuestras oraciones, de las cuales sea suerte poder participar siempre, para que pueda ser hallado en la compañía de los cristianos de Éfeso, que han sido siempre unánimes con los apóstoles por medio del poder de Jesucristo. (San Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios X)