No creo que la dirección general de tráfico iraní obligue a soplar a los conductores que hacen eses, la letra que quita puntos. Entre otras cosas porque casi nadie se atreverá a conducir bajo los efectos del alcohol en un país en el que han condenado a cuatro cristianos a 80 azotes por consumir vino eucarístico en un domicilio particular, en el que irrumpió la ronda con la excusa de evitar que los fieles que asistían a la misa se tomaran la última. El vino, a fuer de consagrado, no era un crianza cualquiera, pero es que el tribunal les ha condenado precisamente, o eso parece, porque en vez de taninos contenía la sangre de Cristo.
Lo que lleva a pronosticar que la condena habría sido mayor si la ceremonia se hubiera celebrado bajo la advocación de San Antón, protector de los animales, so pretexto de que entre ellos se encuentra el cerdo. Luego dicen que decimos, pero lo cierto es que aquí se prohíbe matar y allí echar un trago, que no es lo mismo. Como no es lo mismo pedir moderación en las comidas que erradicar el tocino. Aquí sabemos que no hay nada malo en que Guijuelo nombre hijo adoptivo a González Byass y allí saben que lo que no hay es nada bueno ni en beber alcohol, ni en comer panceta ni en que las mujeres tengan derechos. De hecho, en determinados países, como Afganistán, se les azota por enseñar los tobillos. Imagínate si dicen de organizar una despedida de soltera.