Año del Señor 2020
23 de febrero
 
Hola, buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día. 
 
LAS MANOS DEL ARTISTA 
 
En el monasterio, durante las comidas, una hermana lee en voz alta revistas de la Iglesia o de nuestra Orden. El otro día, en una de ellas contaban una historia realmente impactante, que me gustaría compartir contigo.
 
En un pequeño pueblo, había una familia, la familia Durer, que tenía 18 hijos. Entre ellos, hubo dos que soñaron con llegar a convertirse en grandes pintores. Evidentemente, la economía familiar iba “como podía”: era imposible pagar los estudios a ninguno de los hijos. 
 
Los dos hermanos hicieron un pacto. Cerca de su hogar había unas minas. Lanzarían una moneda al aire. El que perdiese, se iría a trabajar a las minas para pagarle los estudios al otro. El que ganase, una vez completados sus estudios, con su trabajo pagaría la carrera al anterior. 
 
Así lo hicieron. 
 
El que ganó, Albrecht, se marchó a estudiar arte, y resultó ser un portento. Superó rápidamente a sus profesores. Al terminar los estudios, ya era un artista muy considerado. 
 
Volvió a su casa y le recibieron con una fiesta. En medio del alborozo, el artista buscó a su hermano: le dijo que era su turno, que ahora le pagaría la carrera a él. Sin embargo, el muchacho, con una sonrisa apagada, negó con la cabeza... El trabajo en las minas le había destrozado las manos: ya no era capaz de coger un lápiz. 
 
En homenaje a su hermano, Albrecht dibujó sus manos. Ese dibujo se ha hecho famoso, y seguramente lo has visto más de una vez. Ese muchacho entregó sus manos por amor, y son sus manos lo que el Señor ha querido que permaneciese. 
 
Albrecht Durer llamó al cuadro “Manos”; sin embargo, el pueblo lo rebautizó como “Manos orando”. Y es que, una entrega así, necesita una fuerza y un amor que solo nacen del encuentro con Cristo, de la oración. 
 
Hay quien dice que esta historia es solo leyenda. Puede ser. Lo que es real es que solo Cristo puede dar la fuerza para dar la vida, y para darla con alegría, pues Él lo ha hecho primero. Hasta el punto de que Sus manos también han quedado marcadas para siempre. 
 
Hoy el reto del amor es entregarte a fondo, con alegría. Pero, para ello, ¡comienza el día de la mano de Cristo! Pídele que sea Él quien mire, hable y ame a través de ti. Recuerda que toda semilla que muere da mucho fruto: aquel joven minero regaló al mundo uno de los mejores pintores de su época; tu entrega tal vez sea más pequeña, ¡pero tiene cosecha de vida eterna! ¡Feliz día! 
 
VIVE DE CRISTO
 
 
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¡Feliz día!
 
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