La fe -cuando no hay formación e información suficiente- puede perder el camino, extraviarse, llegando incluso a la superstición. Es lo que les pasa a los que caen en el juego de las cadenas, saturando a sus contactos con frases o mensajes que distan mucho de lo que es el Evangelio. El amor a Dios se demuestra con obras y no reenviando correos. Lo mismo sucede con los usuarios de las redes sociales que se dedican a etiquetar a todos sus amigos en una serie interminable de imágenes religiosas; especialmente, si entre sus contactos, hay algún sacerdote. Internet forma parte de la nueva evangelización, pero esto se tiene que llevar a cabo con calidad, sentido común y naturalidad. Exagerar produce un efecto contraproducente, pues la gente dirá: “son unos pesados, no saben hablar de otra cosa”.
Volviendo al tema de las cadenas, cabe señalar que se trata de una distorsión profunda de lo que Jesús enseñó, pues quienes las envían, lo hacen por miedo a que algo malo les suceda si llegan a ignorarlas. En el fondo, viven creyendo que Dios busca castigarlos, fastidiarlos y excluirlos. ¡No han conocido el amor de Cristo! Si ya lo hubieran descubierto, sabrían que la fe funciona de otra manera. Es necesario hacer presente a Dios en medio de las redes sociales; sin embargo, no hay que confundirse y caer en la superstición. El cristianismo se dirige a la vida, a lo que vamos construyendo con alegría, audacia y libertad.