El ecumenismo es un camino complicado, que se presta a muchos enfoques diferentes. Estos enfoques suelen llevarnos hacia callejones sin salida con cierta facilidad. En el momento de darnos que tenemos delante una pared que nos impide avanzar, lo más sencillo es echarnos las culpas unos a otros y lo más complicado, es aceptar con humildad que el camino andado ha sido erroneo.
El Papa Francisco ha recibido en audiencia a la delegación de la Federación luterana mundial y a los miembros de la Comisión luterano-católica para la Unidad. En esta audiencia ha dicho una frase que merece reseñarse:
«Católicos y luteranos pueden pedir perdón por el mal provocado los unos a los otros y por las culpas cometidas ante Dios»
Esta frase puede ser interpretada de muchas formas, pero creo que la interpretación que puede sacarnos de más de un callejón sin salida, sería el reconocimiento de que el camino del diálogo está condicinado por las personas que dialogan. A veces, las personas anteponen sus intereses personales o colectivos, al sincero y amistoso diálogo, llevando el intercambio de ideas y la reflexión, a puntos muertos que después tardan años en solventarse. ¿Cuáles son las culpas de las que habla el Santo Padre?
Las culpas de quienes creen suyo el diálogo y de las personas, grupos, sectores eclesiales, que impiden que el diálogo se desarrolle con cercanía y amistad. Son culpas de falta caridad y humildad. Culpas de dureza de corazón y de desconfianza ante quien se acerca a nosotros.
Nadie duda que la Verdad, que es Dios mismo, debería reunirnos en una sola Iglesia en la que todos nos sintiéramos integrados y acogidos, pero el camino de aceptar que nadie puede ser dueño de la Verdad, está lleno de muchas trampas. Unos y otros, de dentro y de fuera, de una sensibilidad u otra, de un carisma u otro, anhelamos una iglesia a nuestra medida y con nuestros rasgos. Una iglesia que se ajuste a nosotros y que no nos cuestione.
Por desgracia esa iglesia personal e intrasferible, que a veces se propone como la que solucionaría todos los problemas, sólo nos soluciona a las apreturas y vacíos que sentimos personalmente en nuestras comunidades.
Hay muchas personas que todavía creen que el Papa Francisco "creará" otra iglesia que se ajuste a sus deseos, pero tarde o temprano se verán decepcionados. La Iglesia no se ajusta a nosotros. Somos nosotros quienes nos tenemos que ajustar a Ella. Las diferentes partes de un cuerpo son las que se ajustan a la ser que les da la vida, nunca es el ser el que se ajusta a sus partes. Nadie decide ser únicamente pierna para contentar las necesidades de esta extremidad. Nadie decide pensar, sentir y vivir como un ojo, ya que sería imposible y destructivo.
Por ello, tenemos que pedir perdón por todas las veces que pensamos en esa iglesia ideal que tanto nos gustaría tener y que tanto dolor puede causar si decidimos imponerla. En ese sentido, católicos, luteranos y todas las demás confesiones cristianas, deberíamos pedir perdón al Señor por nuestra soberbia.