No pretendo pasar por un especialista en oratoria; sin embargo, como abogado recién egresado, he tenido que hablar varias veces en público, lo que me ha dado la oportunidad de tomar una pequeña dosis de experiencia. Mis charlas tocan temas sensibles, relacionados con la crítica social a partir de la perspectiva jurídica, moral y religiosa. La mayoría de las personas piensan que los que estudiamos leyes nos pasamos la vida litigando; sin embargo, aunque es un campo fundamental, también llevamos a cabo otras actividades. De ahí que el Derecho sea tan amplio y multifacético.
Impartiendo una conferencia sobre crítica social en el Instituto Rougier, A.C. del Puerto de Veracruz, México.
Propongo –a continuación- diez consejos para que la plática supere las expectativas del auditorio y, sobre todo, comunique un mensaje concreto:
Informarse previamente con los organizadores:
Hay puntos que son imprevisibles, pero esto no significa que sea imposible tomar algunas notas. Es bueno tener claro -desde el principio- a qué tipo de auditorio va dirigida la charla. Se trata identificar cuál es la edad promedio, pues a un adulto no le interesan las mismas cosas que a un joven. Varían el lenguaje y la gama de intereses, aunque haya algunos aspectos en común.
Estudiar en sentido amplio:
Si la charla consiste en exponer -por ejemplo- el tema de la crisis educativa en el sector privado, no nada más hay que leer sobre pedagogía, pues también es necesario tener una noción clara del régimen fiscal, la jerarquía de valores, el nivel de competencia, etcétera. Es decir, hay que darse el tiempo de informarse, analizar y, desde ahí, tener un panorama más amplio, capaz de interesar al público que no quiere oír lo mismo de siempre.
Elaborar una guía:
Puede ser mental o escrita. Implica establecer algunos puntos para evitar perderse en medio de tanta información, dándole demasiadas vueltas a un mismo asunto.
Temas de actualidad:
No se trata de actuar como una suerte de diccionario en línea. ¡Hay que hacer amena la plática! De ahí que sea necesario estar al tanto de las últimas novedades, pues esto despierta el interés de los oyentes, mientras les arrancas alguna carcajada y sigues adelante con el tema.
Decir la verdad:
Muchos conferencistas tienen miedo de expresar lo que piensan, aquello que consideran justo y necesario; sin embargo, ¡esto es un error! Hay que decir la verdad. No porque uno lo sepa todo, sino porque hay cuestiones que nunca serán negociables. Por ejemplo, cuando corresponde hablar en contra de la cultura de la muerte (aborto). Quien le tiene miedo a la polémica, no vale para una charla. Desde luego, hay que cuidar el tono, pues los insultos echan abajo cualquier argumento.
Breve y profundo:
Más vale cuarenta minutos de calidad que dos horas de “paja”. Ciertamente, hay charlas que requieren más tiempo que otras; sin embargo, todo depende del tema y del ánimo del público.
Ejemplificar:
Es importante evitar quedarse en el mundo de las ideas, para poder aterrizar en la realidad cotidiana. Los ejemplos provocan que los oyentes se sientan identificados.
Contraargumentos:
En algunas ocasiones, es muy sencillo adivinar lo que dirán los opositores. Cuando es así, hay que adelantarse y exponer, echando abajo los argumentos contrarios.
Sensibilidad:
Es necesario decir las cosas tal y como son; sin embargo, esto no significa que haya que perder de vista la sensibilidad de algunos sectores o minorías que podrían mal interpretar el sentido de la charla. Verdad y respeto van de la mano.
Dejarse interpelar:
Para cerrar, es bueno dar paso a las preguntas. No hay que rehuir a las cuestiones más difíciles. Antes bien, dar la cara.
Conclusión:
Al concluir, quiero expresar mi gratitud al P. Jorge Loring S.I., quien –a través de sus programas- me ha enseñado el arte de la retórica. Tuve la oportunidad de conocerlo y saludarlo en una ocasión, mientras me encontraba en el aeropuerto internacional de la Ciudad de México. Yo venía de Canadá y él iba de regreso a España.
Estimados(as) lectores(as), espero que los consejos que han dado motivo al artículo, les sean de utilidad.