Hace unos días me pasaron uno de esos  curiosos cuadros con los que se puede hablar como un entendido de cualquier tema. Naturalmente, sin decir nada. Helo aquí:

Si se fijan, basta con elegir cualquier opción de la primera columna y enlazarla con cualquiera otra de la segunda, y luego con una de la columna tercera, de la cuarta y, finalmente, de la quinta para obtener  una frase sonora, llena de aparente sentido e, incluso, profundidad, resultando algo así como… Mi obra es un redescubrimiento de  los vínculos  fronterizos  de la experiencia  colectiva”.

Me pareció un ejemplo ingenioso y muy gráfico de lo que es la verborrea, en este caso en el mundo del arte.  Pero la verborrea no es exclusiva, ni mucho menos,  del mundo del arte, lean si no esta otra frase del ámbito de la medicina:

 

“La comunidad médica indica que un programa de reducir el tamaño promedio de ingesta calórica diaria total es ampliamente indicada en el campo de las metodologías de reducción de peso proactivas”

Y no crean que es cosa de usar muchas palabras. Leo este eslogan en un anuncio de una conocida marca de perfume:

“Boss Woman: Espéralo todo.” Cabe preguntarse: ¿qué razones da para comprarlo?

Y qué me dicen de esta explicación que leo en mi misal como comentario que el liturgista hace a la primera lectura de la misa de este domingo:

En el mensaje de Isaías… “su figura hace un puente entre la humillación y la exaltación. Concentra en sí toda la historia de la salvación, que saca al hombre de servidumbre y le sitúa en vida plena. Dios se revela en ese movimiento, en su punto de partida y en su punto de llegada”.

Todos son ejemplos de esta verdadera plaga que es la verborrea, que consiste, como vemos, en usar frases pomposas, vacías de contenido; en decir generalidades que podrían aplicarse perfectamente a cualquier  asunto y, en resumen, en emborracharse con palabras sonoras sin decir nada. Es propia de muchos políticos, comerciantes, gente de a pie… pero, también, desgraciadamente,  de no pocos eclesiásticos.

Y hablando de “eclesiásticos”… ¿saben que en la Biblia (nada menos) se condena severamente la verborrea?... ¿y que lo hace precisamente en ese libro denominado “Eclesiástico”? Lean si no lo que sobre esta aborrecible lacra sentencia la Biblia:  

"Hay quien calla y pasa por sabio, y quien se hace odioso por su verborrea" (Si,20-5)

 Y añade:

 “El que odia la verborrea escapará al mal” (Si 19,6)

Por tanto, de la verborrea, quisiera destacar tres cosas:

1ª. Que el verborreico se hace odioso.

Y esto es porque los demás (los inteligentes claro, los bobos no se darán cuenta)  descubren que pretende engañarles con su palabrería. Y porque, frecuentemente, lo que persiguen con su verborrea es "quedar bien", evitar comprometerse o ser descubiertos en su ignorancia.

2ª. Que hay que huir de la verborrea (y del verborreico).

Y es que la verborrea es como una droga que adormece la inteligencia “emborrachandola” de palabras de tal manera que acabas oyendo complacido algo sin contenido. De hecho, este defecto de la verborrea suele ser un gran obstáculo para entender las cosas de Dios.

y 3ª. Que a pesar de lo anterior (y de la condena expresa de a Biblia), la verborrea  está muy extendida en la Iglesia y se ha convertido en una forma de hablar tan común que amenaza con arruinar la sencillez con la que hablaba Nuestro Señor en el Evangelio.

Porthos