El evangelio de hoy nos da una pista muy importante para nuestra vida: orad sin cesar, pero ¿Cómo podemos orar todo el día? Si la sociedad moderna nos deja pocos espacios y momentos adecuados para orar ¿Cómo vamos a hacerlo de forma continua? Pareciera que el Señor nos requiere un imposible. ¿Cómo puede un trabajador dejar su trabajo y orar, sin parar, toda su jornada? San Agustín nos ayuda a comprender que la oración que no cesa, trasciende los clichés que tenemos de la oración:

Tu deseo es tu oración; si el deseo es continuo, continua es la oración. No en vano dijo el Apóstol: Orad sin cesar. Pero ¿acaso nos arrodillamos, nos postramos y levantamos las manos ininterrumpidamente, y por eso se dice: Orad sin cesar?

Si decimos que oramos así, creo que no podemos hacer esto sin interrupción. Existe otra oración interior y continua, cual es el deseo. Cualquier cosa que hagas, si deseas aquel sábado, no interrumpes la oración. Si no quieres dejar de orar, no interrumpas el deseo; tu deseo continuo es tu voz, o sea tu oración continua.

Callas si dejas de amar. ¿Quiénes callaron? Aquellos de quienes se dijo: Porque se acrecentó la iniquidad se enfrió la caridad de muchos. El frío de la caridad es el silencio del corazón, y el fuego del amor, el clamor del corazón. Si la caridad permanece continuamente, siempre clamas; si clamas siempre, siempre deseas; si deseas, te acuerdas del descanso. Pero es conveniente que sepas delante de quién debe estar el gemido del corazón. Considera ya qué deseo debes tener delante de la presencia de Dios.

¿Qué sucederá si el deseo está delante de Dios y no está el gemido? Pero ¿cómo puede acontecer esto, siendo así que el gemido es la voz del deseo? Por esto añade el salmo: Y mi gemido no se te oculta. Para ti no está oculto, para muchos hombres lo está. Pero alguna vez se advierte que el siervo humilde de Dios dice: Y mi gemido no se te oculta. También se observa que de vez en cuando ríe el siervo de Dios; ¿acaso por esto murió en su corazón aquel deseo? Si allí se halla el deseo, también el gemido; no siempre llega a los oídos del hombre, pero jamás se aparta de los oídos de Dios. (Comentario al Salmo 37, 14)

 

El texto merece que lo leamos y reflexionemos varias veces. Resumiendo lo que nos dice San Agustín, podemos decir que la oración continua no tiene que ser oración una oración reglada, ya que es imposible. Nos habla de tres elementos cruciales para esta oración: 

  1. Deseo. Deseo que parte de un anhelo de nuestro ser. El anhelo de estar en contacto continuo y permanente con Dios. Este deseo es lo que desencadena la oración continua. El deseo de cumplir la Voluntad de Dios en cada uno de nuestros actos.
  2. Amor: El amor es el fuego que da vida a nuestro corazón. Un corazón frío, aséptico y funcional, no puede orar. No sabe como hacerlo, ya que el corazón es la boca que pronuncia la verdadera oración que hacemos llegar al Señor.
  3. Gemido: ¿Gemido? Un corazón que siente deseo y arde de amor, necesita gemir. Gemir es sentir y desahogar el ansia de nos abraza nuestro ser. “el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles; y aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque El intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios.” (Rm 8, 26-27) El Espíritu Santo es el que genera el gemido, como el soplo de aire que hace vibrar los tubos de los órganos o el aliento que hace sonar las flautas.

Dicho todo esto ¿Tenemos que estar en estado éxtasis continuo todo el día? No sería posible. El Señor sabe que tenemos de ganar el alimento y vivir nuestra vida dentro de las circunstancias socio-laborales que cada cual tiene. ¿Cómo orar continuamente entonces?

Deseando la unión con Dios, después abriendo el corazón para que el Espíritu lo llene de caridad y dejando que sea el Espíritu Santo el que haga resonar nuestro ser en cada acción, gesto, actitud, que realicemos durante el día.

Esto no excluye que busquemos momentos para la oración convencional. La oración de rodillas, que se expresa mediante las palabras que traducen deseo, amor y gemido al lenguaje humano. Incluso, cantando cuando nos sea posible. ¿Por qué no? 

"... yo siento que estas palabras santas sumergen mi espíritu, en una devoción más cálida cuando las canto, que cuando no las canto, porque todo movimiento del alma encuentra un matiz distino en el canto o en la simple voz..." (San Agustín, Las Confesiones, 10,33