El ateísmo liquido
Siempre se ha profesado una negación de Dios por parte de personas que no entienden el mundo del espíritu. Para estos no hay más realidad que la que pueden ver o demostrar. Y se encierran, como una lapa, en su mundo limitado por lo que ven y tocan. Esta actitud no es nueva. Recordamos, por ejemplo, al Apóstol Santo Tomás que respondió en un tono grave, y casi desafiante, a los que le comunicaban el hecho de la Resurrección de Jesucristo: ¡Si no veo y toco no creo! No era fácil admitir algo que supera nuestros limites humanos. Y Tomás tuvo que tocar con su mano el cuerpo vivo del Maestro para asentir humildemente. Dice el Papa San Gregorio: La incredulidad de Tomás es más para nuestra fe que la fe de los discípulos creyentes. Mientras él es rescatado a la fe al tocar, nuestras mentes son liberadas de la duda y establecidas en la fe.
A los hombres de hoy también les cuesta creer. Tienen que comprobarlo todo. Nos cuesta fiarnos. Estamos presenciando un ateísmo generalizado porque hay mucho orgullo por medio. Nos quedamos con el “bulto”, con lo que se puede pesar y medir. Todo lo demás es, para muchos, pura ilusión, superstición, vana credulidad propia de mentes débiles, ignorantes.
Dan Merica se pregunta: ¿Cuántas formas hay de no creer en Dios?
Por lo menos seis, según un nuevo estudio.
1) Ateo/agnóstico intelectual
Este tipo de no creyente busca información y estimulación intelectual sobre el ateísmo. Les gusta debatir y argumentar, sobre todo en sitios populares de Internet.
Suelen ser versados en libros y artículos sobre religión y ateísmo y tienden a citar estas obras con frecuencia.
2) Activista
A esta clase de ateos y agnósticos no les basta con no creer en Dios; quieren decirle al resto por qué rechazan la religión y por qué creen que la sociedad estaría mucho mejor si todos siguiéramos su ejemplo.
Tienden a pronunciarse sobre causas políticas como los derechos de los homosexuales, el feminismo, el medio ambiente y la protección animal.
3) Agnóstico buscador
Este grupo está conformado por personas que no dudan de la existencia de Dios pero tienen una mente abierta y reconocen los límites del conocimiento y la experiencia de los seres humanos.
Silver y Coleman sostienen que el grupo está formado por personas que suelen cuestionar sus propias creencias y que “no mantienen una posición ideológica firme”.
Esto no significa que estén confundidos, dicen los investigadores, sino que tienden a abrazar la incertidumbre.
4) Antiteísta
Este grupo manifiesta su oposición a la religión y a las creencias religiosas, generalmente posicionándose como “diametralmente opuestos a la ideología religiosa”, explican Silver y Coleman.
“Los antiteístas observan la religión como ignorancia y creen que cualquier individuo o institución asociada a ella es retrógrado o perjudicial para la sociedad”, escribieron los investigadores. “El antiteísta tiene un entendimiento claro (y en su visión, superior) de las limitaciones y el peligro de las religiones”, agregan.
Estas personas son francas, fieles y, en ocasiones, beligerantes sobre su posición. Creen que “las evidentes falacias de la religión deberían ser abordadas agresivamente”.
5) No teísta
El grupo más pequeño de estos seis es el de los no teístas, personas que no se involucran ni con la religión ni con la antirreligión.
Puede tratarse en algunos casos de apatía o desinterés.
“Un no teísta no se preocupa por la religión”, dicen los autores. “La religión no juega ningún papel en su conciencia o cosmovisión y no tiene ningún interés en el movimiento ateísta o agnóstico”, añaden.
“Sencillamente no creen y su falta de fe se traduce en una ausencia de la religión en cualquiera de sus formas”, explican Silver y Coleman.
6) Ateo ritual
No creen en Dios, no se involucran con la religión y suelen pensar que no hay vida después de la muerte, pero esta clase de no creyentes adhiere a las enseñanzas de algunas tradiciones religiosas.
“Las entienden más como enseñanzas religiosas sobre cómo vivir y alcanzar la felicidad que como un camino a la liberación trascendente”. “Por ejemplo, estos individuos pueden participar en ritos específicos, ceremonias, oportunidades musicales, meditación, clases de yoga o festividades”, indican.
Para varios de estos no creyentes, su participación en estos ritos puede explicarse en tradiciones familiares. Para otros, se trata de una conexión personal con el “profundo simbolismo” inherente a los ritos, creencias o ceremonias religiosas, aseguran los investigadores.
Normalmente el ateísmo suele ser beligerante, con la palabra, la enseñanza, la ideología… Y se le puede presentar cara audazmente porque los ves venir, y saltar al rin para entablar combate. Pero hay hoy un ateísmo sutil, sin ruido, que se ha venido en llamar ateísmo líquido. Se filtra por las grietas de los medios de comunicación, la literatura, el arte, la enseñanza… Y va empapando la mente y el alma implacablemente, como el agua que se filtra por los muros de una casa. Se siembra la duda sin mucho ruido. Se adopta una postura despectiva hacia lo sagrado. Incluso es posible que se mezcle con una práctica cultual, en la misma religiosidad popular. Se combina con toda naturalidad la representación religiosa con una vida al margen de lo que aparentemente se profesa.
El Cardenal Sarah, a propósito de su libro Se hace tarde y anochece, afirma: En la conclusión de mi libro hablo del veneno del que todos somos víctimas: el ateísmo líquido, que se infiltra en todas partes, incluso en nuestros discursos de hombres de Iglesia, y que consiste en admitir, junto a la fe, un modo de pensar y de vivir radicalmente pagano y mundano. ¡Y nos quedamos tan satisfechos con esta cohabitación innatural!
Los momentos que vivimos no son fáciles. En muchos casos no hay una manifestación nítida de la fe. Está el campo religioso muy enmarañado de vivencias pseudorreligiosas que confunden. La religiosidad popular necesita una “mano” de pintura a fondo para que se desprenda del puro barniz que cubre muchas falsedades. La tarea es ardua, pero hay que empezar con paciencia, constancia y mucha fe. Sin fe no es posible agradar a Dios dice San Pablo ( Hebreos 11:6-8 ). Y los ateos creerán cuando los que tenemos fe nos queramos.
Juan García Inza