En un error de cálculo el PSOE contrapone las treces rosas a los doce apóstoles como si no fuera posible sumar veinticinco con elementos heterogéneos en un mundo en el que cabemos todos. Cierto es que para que cohabiten en paz los opuestos, la suegra con la nuera, el hombre de la casa debe de aclarar que las dos cocinan igual de bien. Y que Rubalcaba no está dispuesto a tratar lo mismo a la laicidad que al clero porque antes abandona un socialista su raíz proletaria que la pendencia con los obreros de la mies.
Cuando Marx calificó a la Iglesia como droga dura situó el debate donde más le convenía porque, en previsión de que en cien años todos burgueses, sustituyó la lucha de clases por el duradero combate entre la materia y el espíritu, que es el que hoy aviva el secretario general socialista con su amenaza de revisar los acuerdos de España con la Santa Sede y de suprimir la Religión del plan de estudios. Como quiera que lo hace para ganar las próximas elecciones debe de considerar que Dios resta votos, pero verte a saber lo que daría este  especialista en mítines por haber sido telonero de Jesucristo durante el sermón de la montaña.