A muchos nos llama la atención la facilidad con que el Papa genera noticia y plantea reflexiones a partir de situaciones o referencias diferentes a las habituales. También nos preguntamos la razón que hace que no concrete totalmente los temas, dejando incómodos espacios vacíos de comunicación. Incómodos, porque de repente nos encontramos con la patata caliente en nuestras manos. Tenemos que rellenar nosotros mismos estos espacios, para poder dar consistencia al mensaje papal. Si a esto unimos que las diferentes sensibilidades o ideologías se echan encima de estos espacios para reclamarlos, nos encontramos con la perplejidad que muchas personas padecemos.
Desde mi humilde punto de vista, el Santo Padre sabe crear buenos cebos para que nos echemos encima y dialoguemos sobre lo que él nos señala. Si dialogamos sobre la conveniencia, o no, de llamar “Síndrome de Jonás” al escapismo farisaico, tenemos la oportunidad de abrir un interesante intercambio de puntos de vista. Veamos qué nos dice el Santo Padre:
“El ‘síndrome de Jonás’ no tiene celo por la conversión de la gente, busca una santidad, me permito la palabra, una santidad de ‘tintorería’, toda bonita, bien hecha pero sin ese celo de ir a predicar al Señor. Pero el Señor, ante esta generación enferma con el ‘síndrome de Jonás’, promete el signo de Jonás. La otra versión, la de Mateo, dice: Jonás estuvo dentro de la ballena tres noches y tres días, refiriéndose a Jesús en el sepulcro, a su muerte y Resurrección, este es el signo que Jesús promete contra la hipocresía, contra este comportamiento de religiosidad perfecta, contra la actitud de un grupo de fariseos ”
El Santo Padre reúne el episodio de Jonás y la parábola del Publicano y el Fariseo. Qué podemos encontrar que hile con coherencia estas dos figuras. ¿Complicado? Mucho, pero igual que Jonás, tenemos que dejar los miedos fuera de nosotros y confiar en que el Señor nos dará las herramientas suficientes para entendernos y caminar hacia una verdadera comunidad cristiana. Pero para ello hace falta ir bien armado de humildad y caridad.
El centro debe estar en lo que Jonás temía: hacer la Voluntad de Dios. ¿Cuál es la Voluntad de Dios expresada por Cristo: Ir a evangelizar el mundo, estar junto al necesitado, llevar el mensaje de Cristo a las periferias. ¿Qué solemos hacer cuando se nos plantea esta misión? Casi siempre quedarnos en los preceptos obligatorios y dejar este trabajo a personas más adecuadas. Es decir, no confiamos en que el Señor nos señale el camino y dos de las fuerzas para llevar adelante la tarea. Justo lo que hizo Jonás, desesperar de su misión y de Dios mismo.
El Santo Padre cambia de repente el sentido del su locución y habla del signo de Jonás. El signo se contrapone al síndrome, ya que el signo sirve para comunicar, mientras que el síndrome produce todo lo contrario:
“El signo de Jonás, el verdadero, es el que nos da la confianza de ser salvados por la sangre de Cristo. Cuántos cristianos, cuántos hay, que piensan que serán salvados por lo que hacen, por sus obras. Las obras son necesarias, pero son una consecuencia, una respuesta al amor misericordioso que nos salva. Las obras solas, sin este amor misericordioso, no sirven. Sin embargo, ‘el síndrome de Jonás’ tiene confianza solo en su justicia personal, en sus obras”
Busquemos en nosotros aquellas comodidades que nos alejan de los demás e intentemos dejarlas de lado. “Las obras son necesarias, pero son una consecuencia, una respuesta al amor misericordioso que nos salva” Precisamente la clave de bóveda es el amor misericordioso que nos permite poner en práctica la caridad y la humildad. Ese amor misericordioso es lo que nos salva y no las obras o certezas que portemos con nosotros. Todo un desafío al que da igual que lo llamemos Síndrome de Jonás o Síndrome del escapismo farisaico. Lo importante son nuestras actitudes y la Gracia del Señor. El nombre que le demos, es importante, pero siempre en segundo lugar.