Francisco aclara que un católico, es decir, un hombre sin cardiopatía, de buen corazón, tiene que amar a los judíos, no sólo porque son el prójimo, que también, sino porque con ellos compartimos la vinculación a los Diez Mandamientos, lo que significa que el soporte moral de ambas religiones es compatible. A pesar de eso, no son pocos los cristianos que miran con recelo a Israel, presos de un prejuicio darwiniano, según el cual en la escala evolutiva la nariz aguileña es la evidencia física de un espíritu rapaz.