El Observatorio del Laicismo promueve una campaña de protesta contra la cobertura religiosa en Televisión Española porque considera que un medio de comunicación estatal debe de ser aconfesional. Ni que decir tiene que para este colectivo, que ha inundado de quejas la oficina de la defensora del espectador, Elena Sánchez, aconfesional significa que los católicos, que son dos de cada tres televidentes, no se merecen ni un avance informativo, por lo que estaría encantado de que en lugar de una seguidora de Salomónel cargo de juez de paz estuviera en manos de un admirador de Pilato.
En su respuesta de réplica, la defensora arguye que la confesión católica es mayoritaria y que ha habido hechos relevantes, como la sustitución de Benedicto XVI por Francisco, que justifican la presencia de la religión en la parrilla. Y no siempre para bien, como acredita la serie Isabel, que más que reina parece madame de un prostíbulo llamado Castilla frecuentado por la clase alta del clero de la época. Con todo, el Observatorio está en su derecho de patalear, pero me da a mí que sus expertos en televisión tienen el sentido de la objetividad tan deformado que consideran que los tertulianos de 13 TV van a tomar Madrid mientras que los de La Sexta son un ejemplo de resistencia.