La Iglesia es un organismo vivo, que puede ser lento, pero no por ello deja de ser capaz de incorporar la Divina Providencia en su día a día. Todos sabemos la importancia que tienen en la sociedad actual las nuevas tecnologías  de comunicación. Ya es posible conformar un grupo de trabajo entre personas distantes miles de Km a través de video conferencia. Esta forma de trabajo colaborativo se está convirtiendo en habitual para muchos de nosotros. La Iglesia no puede dejar de acercarse a estas nuevas formas de crear comunidad e Iglesia Universal, enlazada y en red. 

Hace unos días leí una noticia que señala que las TICs se van incorporando a la Iglesia 

«El Papa desea transformar el Sínodo de Obispos en un órgano de consulta permanente», según manifestó el cardenal de Tegucigalpa,Oscar Rodríguez Maradiaga, al semanario italiano Famiglia Cristiana al regreso de la peregrinación de los diez purpurados a Asís con el Papa Francisco. 

Según el coordinador del nuevo Consejo de Cardenales, el Papa desea que, en lugar de reunirse durante tres semanas en Roma cada año o dos, el Sínodo de Obispos «sea un instrumento que trabaje durante tres años, con consultas permanentes y si es necesario diarias utilizando internet». Es decir, «una estructura interactiva que permita tener a los obispos miembros siempre presentes, a pesar de que cada uno permanezca en su país». (ABC día 710-2013) 

¿Qué ventajas aporta a la Iglesia la sociedad-red que vivimos ya? Podríamos decir que esta Iglesia-red no es nada nuevo, ya que la Comunión de los Santos nos enlaza desde que somos bautizados y nos permite trabajar unidos de forma consciente o inconsciente. La red y la TICs hacen visible este enlace que ya existía y le dota de una capacidad hasta ahora impensable: la consciencia de ser realmente universales. 

En el III Encuentro de Blogueros con el Papa, me comentaba D. Vicente Vide (Decano de la Faculta de Teología de Deusto) que una persona atea le había señalado que la Iglesia Católica parte de una posición privilegiada en esta nueva sociedad-red. ¿Por qué? Porque ya somos universales. Tenemos en nuestro ADN, como se suele decir ahora, la interconexión y la interrelación entre todos nosotros. La distancia y las diferencias culturales no son barreras que nos impidan colaborar, sino todo lo contrario. Son oportunidades que tenemos a nuestra disposición, providencialmente, para enriquecer nuestra perspectiva y encontrar sinergias de calado. ¿Sinérgias? 

Se dice que un sistema es sinérgico cuando dos o más elementos o partes producen un efecto superior a la suma de efectos individuales de cada una de ellas. Para que esto sea posible, los elementos tienen que estar interrelacionados y además trabajar de forma colaborativa. ¿Cómo llegar a crear este entorno dentro de la Iglesia? ¿Qué peligros corremos? 

En la audiencia Papal de ayer miércoles, el Papa nos responde a estas preguntas de una forma muy bella: 

“La Iglesia es católica porque es la casa de la armonía. Es como una gran orquesta que sabe integrar la diversidad de cada elemento en la armonía de una sinfonía. ¿Sabemos vivir la armonía en nuestras comunidades, aceptando al otro con sus diferencias, o tendemos a la uniformidad?

En mi parroquia, en mi movimiento, donde soy parte de la Iglesia, ¿hay chismes? Si hay chismes no hay armonía, sino una lucha. Y esta no es la Iglesia. La Iglesia es la armonía de todos: ¡nunca hablar mal entre sí, nunca pelear! 

Aceptamos al uno y al otro. Se acepta que exista una justa variedad, que esto sea diferente, que aquello se piense de una forma u otra –incluso en la misma fe se puede pensar de otra manera-- ¿o tendemos a estandarizar todo? Porque la uniformidad mata la vida. La vida de la Iglesia es variedad, y cuando queremos imponer esta uniformidad sobre todos matamos los dones del Espíritu Santo. 

¿Cómo hacer que la Iglesia-red sea un entorno realmente providencial? Incorporando al Espíritu Santo para que haga de catalizador de nuestras relaciones. La Iglesia-red sólo puede funcionar si dejamos al Espíritu Santo actuar en nosotros. 

¿Qué peligros encontramos? Aquí el Santo Padre indica el principal peligro que acecha a cualquier comunidad y a la Iglesia completa: los mensajes que rompen la comunicación, las palabras y actitudes que nos separan, las envidias y soberbias que llevamos con nosotros. El diablo es el que separa y rompe, por lo que hay que dejarlo bien aparcado fuera de la comunidad, ya que si lo dejamos entrar, sólo nos acarreará males. 

Creo interesante y necesario hacer un esfuerzo por trabajar unidos, sin buscar protagonismos. El objetivo no somos cada uno de nosotros sino la comunidad y la Iglesia universal. ¿No es hermosa la sinfonía que podríamos tocar unidos?