Todos tenemos demonios a nuestro lado…, al igual que también tenemos ángeles custodios, pero los ángeles carecen de demonios, ellos ya superaron en su día la prueba de amor, que nosotros ahora estamos pasando y ellos son los enemigos de los demonios. Y pienso que también existen demonios, de la misma forma que existen ángeles con funciones especiales y específicas y existen también demonios especiales, para atender a la condenación de las personas que formen parte de todo tipo de iglesias, países, institutos, asociaciones o corporaciones, a fin de que los rectos fines de estos organismos, siempre se malogren, y así se malogren también las rectas intenciones de sus miembros.

Prueba evidente de esto, es la corrupción de todo tipo que existe en todas las naciones y en sus gobernantes. Y no quiero decir nada de aquellas otras asociaciones y corporaciones con fines no confesables (sectas masónicas, asociaciones satánicas…etc.). Estas seguramente, tendrán adjudicado un demonio de alta calificación profesional. En resumen podríamos pensar y acertar diciendo, que donde hay un ángel también hay un demonio, dispuesto a contrarrestar la labor del ángel, y darnos argumentos para no escucharle..

Tanto los ángeles caídos, es decir los demonios, como los ángeles triunfantes, debieron de pasar por una prueba, a la que antes hemos ya aludido. Esta prueba, según la tradición, se originó cuando Luzbel, “luz de Dios”, un bello ser espiritual el más bello de los ángeles, quiso apropiarse de su propia belleza y auto divinizarse. El Apocalipsis nos dice que los demonios fueron precipitados sobre la tierra y su condena definitiva, aún no se ha producido, si bien es irreversible la selección que fue efectuada en su momento y que distinguió a los ángeles de los demonios. Los ángeles caídos o demonios, todavía conservan un cierto poder permitido por Dios, aunque “por poco tiempo”. Por eso, estos apostrofan Jesús, en el episodio de los cerdos que se despeñaron por el acantilado en Gerasa, diciéndole: “¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?” (Mt 8, 29).

Pero no obstante su caída, los ángeles caídos o demonios, siguen siendo ángeles; siguen siendo espíritus al servicio de Dios, incluso contra su voluntad. Su actividad está completamente subordinada a los planes de Dios. Dios habría podido lanzar, después de que pecaron, a los ángeles rebeldes a la prisión del infierno para siempre, como lo hará al final de los tiempos, pero ha preferido dejarles una cierta libertad de acción, para emplearlos en su servicio: utiliza su poder y su malicia para ejercitar la virtud de los hombres.

La actividad de los demonios, como espíritus puros que son, al igual que la de nuestro ángel de la guarda, es muy sutil, y la mayoría de las veces, por no decir casi siempre, pasa desapercibida a nuestros ojos, aunque no las consecuencias de esta actividad, una vez finalizado el proceso de las llamadas tentaciones. En la medida en que un alma, dispone de un elevado grado de vida espiritual, esta alma, mejor dicho, la persona que posee esta alma, es más capaz de apreciar y percibir, no solo las actuaciones demoníacas, sino también las referentes a las de su ángel de la guarda, en razón, a la percepción humana de los ángeles.

El demonio furioso de odio y de envidia contra nosotros quiere aplastar en nosotros a Cristo, causarle perjuicio y derrotas, a Él, cabeza nuestra, que en nosotros vive y le combate. Pero a pesar de la superioridad intelectiva que los demonios tienen sobre nosotros, estos nada nos pueden hacer, si no es con el permiso de Dios y aquiescencia de nuestra voluntad. Y Dios por su parte, nunca permite que nos pase nada, de aquello, que no seamos capaces de hacerle frente con la ayuda de su divina gracia. Esto significa, que nunca seremos tentados, en fuerza superior a la que la fuerza de nuestra voluntad puede oponer.

En demonio es el primer enemigo, contra quien ha de luchar, nuestro ángel de la guarda. Nuestro ángel tiene a su favor el hecho de ser más inteligente que el demonio que tiene enfrente, pero como antes ya hemos dicho, él tiene en contra el hecho de que, son muchas las veces, en que inclinados por nuestra concupiscencia y nuestros deseos, generalmente corporales, nos aliamos con el demonio frente a nuestro propio ángel.

Los demonios particulares que cada uno tenemos adjudicado, digamos que como todos los que circulan por el mundo, están de vacaciones y desde luego ninguno de ellos, quiere que se le acabe el “chollo”, que tienen con nosotros, sobre todo, con muchos de nosotros, por no decir con todos nosotros: digamos, que con unos, más que con otros.

Con el fin del mundo, la función de todos los demonios, incluido naturalmente el nuestro, concluirá y entonces se les acabarán sus vacaciones y sufrirán de verdad su condición de condenados. En otras palabras, entrarán definitivamente en prisión para cumplir con su condena eterna; por lo que ahora se encuentran en libertad condicional, y no desean que esta clase de libertad se les acabe. Es de suponer que cuanto mejor sea su trabajo, más posibilidades tienen de seguir de vacaciones, por lo que hacen siempre lo posible en esmerarse en el cumplimiento de su función.

En la estructura interna, de los demonios, ellos están vinculados entre sí por una estrechísima jerarquía y conservan el grado que tenían cuando eran ángeles: principados, tronos, dominios, etc.…. Es una jerarquía de esclavitud, no de amor como existe entre los ángeles, triunfantes cuyo jefe de milicias es Miguel. Y esta estructura jerárquica, perfectamente organizada, por seres puramente espirituales, mucho más inteligentes que nosotros, solo tiene una finalidad, cual es la de conseguir arrastrarnos a nosotros, como criaturas especialmente amadas de Cristo, a nuestra condenación.

El odio y deseo de venganza que anida en sus corazones, al no poderlo volcar directamente contra Dios, al que pese a todo, se ven obligados a servirle, lo vuelcan contra nosotros, pues son plenamente conscientes del amor y deseo que Dios tiene, de que todos nos salvemos. Dadas las modernas modas, acerca de la negación de la existencia del demonio. Todo esto a más de uno, puede ser que le parezca un poco infantil, pero se equivoca de cabo a rabo.

La función provisional de los demonios, mientras no llegue la Parusía, comandados por el demonio en jefe satanás, la hemos expuesto ya; es la de cumplir la función de incitarnos a la desobediencia de las normas divinas, trabajo que cumplen muy a gusto ya que a ello les incita su odio a Cristo y el deseo de que todos corramos su misma suerte, porque furioso de odio y de envidia contra nosotros quieren aplastar en nosotros a Cristo, causarle perjuicio y derrotas, a Él, cabeza nuestra, que en nosotros vive y los combate.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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