Coordinadores tipo “forever young” (siempre joven): Varios sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos piensan que para poder entenderse con las nuevas generaciones, tienen que copiar su lenguaje y forma de vestir. En lugar de atraer, alejan por desubicados.
Fe cursi: Tocar temas importantes -como la vocación o la sexualidad- desde una perspectiva sentimentalista o “rosa”, desanima a cualquiera, porque la razón; es decir, el aspecto filosófico del catecismo se pierde. Ante la falta de explicaciones bien argumentadas, todo resulta aburrido y ambiguo.
Relativismo: Acercarse al Evangelio bajo la regla: “quito o pongo lo que me parece mejor”, muestra una fe incompleta. ¿Quién querría seguir a un Dios perdido en la subjetividad?
Moralismo: En lugar de favorecer primero la experiencia de Dios y después las implicaciones morales, se hace de la vida cristiana un código en sentido negativo, dando a entender que todo está prohibido.
Si se toman en cuenta los cuatro puntos anteriores, podremos ver un despertar de la pastoral juvenil, pues –lejos de ser un espacio “friki”- se convertirá en un grupo vivo, capaz de atraer a propios y a extraños. ¡Manos a la obra!
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