Son los cuatro Herodes del Nuevo Testamento e independientemente de que dediquemos a cada uno de ellos su entrada correspondiente, no está de más que para empezar, aprendamos a distinguir entre cada uno de ellos y los emplacemos en su adecuado contexto.
El primero en el tiempo y en el Nuevo Testamento es Herodes el Grande. Lo mencionan tanto Mateo como Lucas, en general, los evangelistas de la infancia, no haciéndolo en cambio ni Marcos ni Juan. Ambos lo sitúan en el entorno del nacimiento de Jesús, lo que, no poco importante, nos da un dato de primera magnitud para situar dicho nacimiento, que como ya vimos en su día, no pudo producirse después del año -4 en que se produce la muerte de Herodes el Grande según sabemos por el Quinto Evangelio, (disculpen Vds. la alusión en modo alguno provocativa), la obra de Flavio Josefo.
Vamos ahora a por el segundo, Herodes Antipas. A la muerte de Herodes el Grande, se reparten el reino cuatro de sus hijos supervivientes (a los efectos no está de más señalar que Herodes el Grande había hecho asesinar a por lo menos, otros cuatro de sus hijos), a saber, Arquelao, que hereda la parte del león, Judea e Idumea, aunque será rápidamente destronado por Roma para colocar la provincia bajo sus órdenes directas; Filipo que hereda Iturea y Traconítida, al que nos referimos a continuación; Herodes Antipas, el que ahora nos interesa, que hereda Galilea; y Lisanias, que hereda Abilene. Todo ello según refiere con precisión Lucas (ver Lc. 3, 1) perfectamente de acuerdo con Flavio Josefo.
Las menciones a la persona de Herodes Antipas son continuas en el Evangelio, la mayoría de las que se refieren a alguno de los Herodes, y muy interesantes, a las cuales aún cabe añadir alguna otra del máximo interés en los Hechos de los Apóstoles. A este Herodes Antipas se refieren tres de los cuatro evangelistas, a saber, todos menos Juan. Reinó, como decimos, sobre la Galilea en la que Jesús pasa su infancia y realiza la mayor parte de su ministerio, no en cambio sobre el Jerusalén en el que acaba sus días sobre la tierra, y lo hizo entre los años 4 a. C. y 36 d. C., abarcando pues la práctica totalidad de la vida de Jesús, todos menos algún día en su primara infancia. Un largo reinado de cuarenta años en los que supo navegar en aguas procelosas, aunque un movimiento inesperado en sus últimos años le llevará a perder el trono.
A Herodes Filipo también existen referencias en el Evangelio, aunque expresas sólo en el de Lucas -las hay indirectas en los de Mateo y Marcos-, que se limita a citarlo como uno de los herederos de su padre según hemos visto arriba, si bien nunca lo llama Herodes Filipo, sino simplemente Filipo. Jesús llegará a pisar su territorio, como saben bien los lectores de esta columna ().
En cuanto a Herodes Agripa, por último, sólo existen alusiones en los Hechos de los Apóstoles. Su reinado coincide pues con el período apostólico, pero no con la vida de Jesús. De él sabemos que es hijo de Aristóbulo, a su vez hijo de Herodes el Grande, lo que le convierte en nieto de éste; que consigue reponer el reino de Israel a dimensiones muy parecidas a las que disfrutara el primero de los Herodes que estudiamos aquí, su abuelo, y que su reinado no será excesivamente largo, durando apenas tres años, entre el 41 y el 44 d.C..
©L.A.
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