El español da por hecho asertos cuestionables, como el que vincula la inteligencia a la pericia en detrimento de la musculatura. Cuando es lo contrario: más vale fuerza que maña. Al fin y al cabo, si uno puede mover una mole con las manos no se rompe la cabeza en urdir el modo de aplicar la ley de la palanca. De lo que se deduce que la maña es el recurso de los débiles, quienes, sin embargo, le dan la vuelta a la tortilla con un par, tal que hacen los progresistas con el mensaje del Papa.
Y es que otro aserto de nuevo cuño cuestionable es el que vincula a Francisco con la revolución pendiente en la Iglesia, que es una institución en constante renovación. Sin embargo, el progresismo asegura que el Papa ha sembrado la inquietud entre quienes reclutan a los obreros de la mies. En realidad, la inquietud la ha sembrado entre el progresismo, que observa preocupado como el Papa conquista a la desheredados sin necesidad de recurrir a la demagogia, que es la astucia política.
Frente al interesado discurso del halago, es decir, frente a la maña, Francisco habla al mundo de la fuerza del amor. No el de novela rosa, sino el otro, el que desgasta, al que propone como compañero en el camino de salvación. El progresismo debería de tener en cuenta que si el mensaje del Papa cala en sus bases es porque frente a la promesa de la vida eterna nada puede hacer un plan quinquenal soviético.