Solo hay una duda buena, y es aquella que nos deja a la intemperie, genuinamente solos, sin seguridades, sin apoyos, en la abismal soledad del desierto. Esta duda buena nos limpia de toda certeza humana, nos cuestiona y nos vuelve del revés. Unos pocos privilegiados tienen la capacidad y la integridad moral para hacerlo intelectualmente. Entre ellos, el filósofo catalán Josep María Esquirol quien, aunque no lo reconoce, es profundamente católico. Tanto como Robert Walser, el escritor oculto, que sería el favorito de Santa Teresita.
En esa intemperie, despojados de todo, desnudos, actúa Dios. Porque Dios actúa en el vacío, "ex nihilo". Y entonces germina la Belleza como una flor y resucitamos.
La duda es como una pistola, puede usarse bien o mal. Existe, pues, una duda mala: es la duda autorreferencial. Se trata de la duda postmoderna que lo disuelve todo y solo te ofrece más duda. Es una duda egoísta porque suele practicarse desde la comodidad del sofá y de la supervivencia satisfecha. Es la duda empirista, de salón, de Locke, Berkeley y Hume, burgueses acomodados y practicantes rigurosos del anglicanismo. Así no vale. O vale para disolver al propio ser humano. En eso está ahora lo "woke", penúltima y pestilente excrecencia de las logias. Nada, ni siquiera la vida humana es sagrada en este siglo perverso. Sin embargo, el sol brilla por encima de tantas nubes: el ser humano flácido de nuestra generación no lo ve ni lo entiende. Y no le importa.
La duda mala no puede crear nada. Ni ciencia ni catedrales. La certeza es creativa porque se fundamenta en la esperanza. El científico espera o anhela encontrar algo, y eso le mueve tanto como al mártir la esperanza del Cielo. El constructor de catedrales cree en Dios, y en esa certeza se esmera para completar una obra que él no verá acabada en su vida. Gaudí dejó de ser masón y solo entonces creó una obra eterna. Nada queda de Babilonia y sus ídolos, ni de Horus e Isis, solo la satánica excepción de las columnas de Jaquin y Boaz que se reproducen en subsuelos inmundos, ya no en el viejo Templo. Nada se edifica sobre un suelo pantanoso. Las arenas movedizas de la duda luciferina son el equivalente mental del agujero negro. Dudar para progresar es tan falso como el falso hecho de que lucifer sea el amo del mundo.
Los iniciados y los sabios de este mundo son necedad para Dios y paja para el fuego.
"Yo te alabo, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los humildes; ¡Sí, Padre, así te ha parecido bien! (...) Nadie conoce al Padre más que el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar", sentencia Jesucristo.
El buen Dios elige a los que quiere. Y esto es insoportable para los secuaces, cómplices y tontos útiles del diablo.
Paz y Bien.