El síndrome de los elegidos no es algo nuevo que haya aparecido en escena recientemente. Sería más acertado afirmar que puede presentarse de maneras distintas en función del momento histórico que nos toca vivir.
Personalmente, he escuchado bastantes opiniones acerca de la serie The Chosen y no han dejado de sorprenderme a pesar de la diversidad de las mismas. Las hay de todos los colores y sabores, algunas elaboradas por católicos y otras fabricadas por protestantes; sin embargo, todas ellas llevan grabado a fuego el síndrome de los elegidos.
Algunas opiniones católicas dicen que la serie no es aconsejable porque su director es protestante y algunas opiniones protestantes afirman que la serie no es sana porque el actor que encarna a Jesús es católico.
Creo que es bastante obvio cuál es el síndrome de los elegidos, pero estas palabras del mismo Jesús lo aclaran definitivamente:
Entonces Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no anda con nosotros». Jesús le respondió: «No se lo impidáis: el que no está contra vosotros, está a favor vuestro». (Lucas 9,49-50)
El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama. (Mateo 12,30)
Como podemos ver, el síndrome de los elegidos ya estaba presente entre los apóstoles y primeros discípulos. Y es que parece ser algo con lo que todos vamos a lidiar en un momento u otro, de una manera u otra.
Es cierto y adecuado sabernos elegidos por Cristo, que nos llamó personalmente por nuestro nombre. Sin embargo, cuando el foco lo ponemos en nosotros mismos, nos sentimos con el derecho de juzgar como negativo lo que hacen aquellos que no son de los nuestros. Debemos poner el foco en Jesucristo y vivir agradecidos porque hemos sido llamados, junto con otros, para estar a su favor y recoger con Él.
Jesús tenía su foco puesto en el Padre y es por eso que no era excluyente con las personas. Eso explica su fama y la reputación que le otorgaron aquellos que vivían rodeados por el síndrome de los elegidos.
Para Jesús y sus discípulos las personas son más importantes que las estructuras y los sistemas religiosos: “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado” (Marcos 2,27). Para los que padecen el síndrome de los elegidos es más importante su propia estructura y sistema religioso que las personas: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no anda con nosotros” (Lucas 9,49).
He visto las tres primeras temporadas de la serie The Chosen y solo puedo estar agradecido por el bien tan inmenso que está haciendo en muchas personas alejadas que han descubierto a un Jesús que ha comenzado a cautivarles.
Algo similar ha sucedido con el curso Alpha. Muchos católicos consideran que no es una buena herramienta porque no se originó dentro de la Iglesia católica, a pesar de conseguir llevar a miles de personas a encontrarse con Cristo y renovar la fe de tantos creyentes adormecidos y en estado de coma espiritual.
En una ocasión estaba compartiendo mi fe con una persona que resultó ser también creyente. Llegamos a un punto de tal conexión que decidí regalarle una canción cristiana que a mí me había ayudado mucho en su momento. Finalmente, me dijo que no le había gustado y yo pensé que quizás podía ser por el estilo, ya que sobre gustos musicales no hay nada escrito. Sencillamente no le gustó porque no era una canción católica, a pesar de ser totalmente cristocéntrica.
El síndrome de los elegidos, que excluye todo aquello que no es de mi Iglesia, de mi parroquia, de mi grupo, de mi movimiento o de mi propio círculo cerrado, solo demuestra que hemos dejado de mirar a Cristo para mirarnos a nosotros mismos y a lo que es únicamente nuestro.
El apóstol Pedro comenzó a hundirse en el preciso momento en que alejó su mirada del Señor y comenzó a mirarse únicamente a sí mismo. Esto nos puede suceder también a nosotros si vivimos nuestra fe con el síndrome de los elegidos.
Además, la catolicidad de la Iglesia de Jesucristo no es compatible con el síndrome de los elegidos. Ser católico implica universalidad, apertura e inclusión; todo lo contrario de particularidad y exclusión. No sé si hemos caído en la cuenta de que el término “católica” es un adjetivo que define a la Iglesia y no un sustantivo que me distingue o me diferencia de los demás cristianos.
Los que padecen el síndrome de los elegidos no terminan de entender o no son capaces de tolerar un ecumenismo bien entendido, tal y como lo expresa la Iglesia en el Decreto Unitatis Redintegratio del Concilio Vaticano II.
En este momento histórico que nos toca vivir como discípulos de Cristo deberíamos profundizar mucho más en la oración sacerdotal del mismo Jesús, recogida por el apóstol y evangelista San Juan en su capítulo 17:
Así habló Jesús y, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. […]
Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. […]
No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. […]
En estas hermosas palabras del Señor encontramos, al menos, dos claves importantes que pueden aportar la medicina que necesitamos para curar el síndrome de los elegidos:
Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. (Juan 17,3)
No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. (Juan 17,20-21)
Aquellos que reconozcan padecer el síndrome de los elegidos y tengan un sincero deseo de tomar la medicina que les puede curar, quizás puedan comenzar por hacer un curso Alpha y continuar después con un maratón de la serie The Chosen.
Fuente: kairos.evangelizacion.es