De existir ahora Pitágoras ¿pediría audiencia a Stephen Hawking o charlaría en la cola de la compra con un pobre hombre que suma con los dedos? El físico británico estará convencido de que el padre de las matemáticas le elegiría a él, un par, pero tal vez el sabio griego se encontrara más cómodo con alguien que en cuestión de números utilice el método antiguo: la cuenta de la vieja. Por lo mismo, estoy convencido de que el Papa Francisco y su antecesor, Benedicto XVI, consideran más interesante debatir con los ateos de base que con los de élite por aquello de que no anda la vanidad de por medio.
¿Por qué el fundador del diario La Repubblica no eligió a un católico anónimo para hacer las preguntas que ha hecho a Francisco? Posiblemente porque considera que un hombre común que se persigna, ora y labora y bendice la mesa no está capacitado para sostener un debate de gran nivel sobre la existencia de Dios. Qué equivocación. Si Scalfari tuviera a bien preguntar uno de ellos comprobaría que creer es la expresión máxima de la inteligencia porque la fe hace a los hombres libres, la libertad los hace alegres, la alegría los hace amables, la amabilidad los hace próximos y la proximidad los hace hermanos. O sea, la cuadratura espiritual del círculo.