“El rico insistió: ‘Te ruego entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento’. Abraham le dice: ‘Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen’."  (Lc 16, 27-31)

         La parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro puede ser especialmente útil para aquellos que dicen que si no ven un milagro no se convierten. En la parábola evangélica se les da la respuesta que merecen: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto”. En realidad, la vida nos está dando continuas ocasiones para la conversión y para la gratitud. La propuesta de la “palabra de vida” de esta semana va a consistir precisamente en examinar esas manifestaciones del amor de Dios para aprovechar lo que ya nos han dado y, desde ahí, llenar nuestro corazón de gratitud. Lo haremos planteándonos qué ocurriría si no tuviéramos la salud que tenemos, aunque ésta no sea plena. O qué haríamos si no estuviéramos en la situación económica en que nos hallamos, o si nos dejaran de querer nuestros amigos, o fallecieran nuestros familiares, o nuestra familia no fuera un hogar feliz. Es posible que alguna de las cosas citadas, u otras, nos falte y que el dolor e incluso la amargura nos esté arruinando la vida. Debemos recordar entonces que quizá algo de lo que ahora nos falta algún día lo hemos tenido y, además, que hay otras muchas cosas por las que sí podemos agradecer a Dios y al prójimo. Si no damos gracias por lo que nos han dado, ¿qué derecho tenemos a quejarnos por lo que no tenemos?. ¿No serán nuestras quejas, carentes de gratitud, las que inviten a aquel que nos lo ha dado todo a quitarnos lo que nos queda, pues lo valoramos tan poco que no lo agradecemos?.

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