Estoy seguro de que el sector ceja de la progresía ha convocado ya una reunión de urgencia para someter a votación si mantiene el apoyo a Francisco o le retira el saludo por citar a Pemán entre sus escritores de cabecera. No es que la crema de la intelectualidad de la flor y la nata de la izquierda le tenga excesiva querencia a Dostoievski, el novelista que más cuenta para el Papa, pero Crimen y castigo está tan por encima de la doctrina cultural única que cuestionarle su afición al ruso sería cometer un asesinato a la razón en primer grado.
En cambio cuestionar a Pemán no pasa de homicidio involuntario. O incluso, en según qué ambientes, es una eximente en toda regla. En contra de don José María pende su apoyo al régimen de Franco y a su favor apenas nada por esa tendencia ideológica del español a leer los libros entre líneas en vez de disfrutar de ellos. Así que el hecho de que al Papa le guste el gaditano genera un malestar general a la progresía, que ya le debe de haber enviado al Pontífice las obras completas de Alfonso Guerra para que la próxima vez que le entrevisten aluda a él como uno de los grandes en categoría de no ficción. Más que nada por pronosticar con acierto que, tras el paso del PSOE por el gobierno, a España no la iba a conocer ni la madre que la parió. Que, por cierto, es la reina Isabel.