Hoy, 25 de Septiembre, cumplo 48 años de sacerdote. Me siento feliz por la vocación que Dios me dio cuando era un joven de 17 años. Durante el bachiller, por mi cabeza pasaron varios planes para el futuro, pero al final el Señor me salió al camino y me mostró claramente su Voluntad para mí. Dije adiós a todo y me fui con Jesús para vivir la gran aventura de una vida entregada.
Al cumplir 48 años de mi Ordenación he mirado un poco hacia atrás, y me he recreado en las cosas bonitas que el Señor me ha regalado. Por mi mente han pasado en la oración de la mañana pueblos, parroquias, personas, amigos, compañeros, cruces, dificultades… Pero tuve la gran suerte de conocer antes de mi Ordenación la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz que me ha acompañado durante estos años, ayudándome a ser un cura netamente diocesano, muy pegado a mi Obispo, y muy encarnado en mi Diócesis de Cartagena (Murcia).
Los primeros años de sacerdocio fueron duros para todos. Era la época del postconcilio y la mar por donde navegaba la Iglesia estaba muy picada, yo diría que embravecida. Había discusiones, dudas, proyectos revolucionarios, teologías atrevidas… Y el demonio siempre por medio sembrando dudas y desconcierto. En esa terrible batalla por una Iglesia ideal, y muy socializada, se quedaron en la cuneta la mitad de mis compañeros. Buena gente, pero perdieron el rumbo. Por la gracia de Dios otros pudimos salir del combate libres, aunque con algunas magulladuras.
La dirección espiritual y el plan de vida que llevaba me ayudaron mucho a sortear los obstáculos que amenazaban mi barquichuela por todos los flancos. La fraternidad sacerdotal fue, y es, una verdadera muralla que nos defiende del canto de sirenas que suena en cada recoveco del camino.
Este lunes nos reunimos todos los que, con nuestros años a cuestas, seguimos vivos amando mucho a Dios y a la Iglesia. Éramos nueve, más uno que está en las misiones del Perú. Pasamos un día feliz. Reflexionamos sobre la palabra de Dios del día, que nos recordaba que “El señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. Cada uno tenemos nuestra personalidad y nuestros peculiares puntos de vista sobre cuestiones opinables. Pero todos manifestamos nuestro amor a Cristo, a la Iglesia, al Papa, a nuestro sacerdocio. Por unos instantes recuperamos el ambiente del Seminario de los años 50. Celebramos gozosos la Eucaristía y comimos en familia. Un día feliz, envuelto en la nostalgia y en los proyectos para los años que Dios quiera tenernos aquí.
Se acercan las Bodas de Oro y ya estamos calentando motores. Recordamos las sugerencias que el Papa Francisco nos está haciendo a los sacerdotes: buscadores de almas, pastores con corazón enamorado, hombres de la misericordia divina, promotores de una evangelización práctica, nunca funcionarios ni de excesivo tiempo en los despachos, con manos abiertas para dar, con brazos extendidos para acoger…
A mis lectores y amigos les pediría que al leer este post rezaran un Ave María por este grupito de 10 sacerdotes que, pasados los 70 años, seguimos en el frente de batalla dando la cara por Dios y por la Iglesia, por todos los hombres que necesitan una mano que les ayude a caminar con mas seguridad. Que el Señor nos ayude a seguir intentando estrenar cada día nuestra vocación.
Gracias.
Juan García Inza