En una reciente audiencia a un grupo de obispos recién nombrados, el Papa Francisco, con su habitual buen humor y manera sencilla de decir las cosas, les ha pedido que no sean "obispos de aeropuerto". Se refería el Santo Padre a la necesidad de que el obispo esté en su diócesis y no pase tanto tiempo fuera de ella en reuniones de mil tipos. Es, por desgracia, muy frecuente -y supongo que poco grato para la mayoría de los obispos- que éstos tengan que participar en encuentros con otros miembros del Episcopado de su país o de otras naciones. Al final, eso si bien tiene como parte positiva la de que se conocen más y pueden trabajar en equipo, puedo llegar no sólo a agotar su salud sino también a restarles el tiempo que deben dedicar a estar con sus feligreses y visitar sus parroquias.

Pero si eso se puede decir de los obispos, algo parecido se puede afirmar del clero -y en esto los obispos tienen una gran responsabilidad-. Muchos sacerdotes viven literalmente "acosados" por las reuniones de todo tipo. Además de las que hay en la propia parroquia, con una gran variedad de consejos, están las del decanato -arciprestazgo se llama en España-, las de la vicaría, las del propio obispado y, si el cura destaca un poco, enseguida le ponen a trabajar en algo "extra", bien en la diócesis o bien fuera de ella.

El Papa está insistiendo en que los sacerdotes, y los obispos, tienen -tenemos- que ser pastores, tenemos que estar con la gente, tenemos que dedicar tiempo a escucharles y a conocerles, tenemos que acompañarles con misericordia. Y, por supuesto, tenemos que dedicar tiempo a rezar y también a descansar. Tiempo. Esa es la palabra mágica que nos habla de lo que menos tenemos. No porque nuestro día posea menos horas que los días de los demás, sino porque una buena parte de ellas las pasamos en reuniones que, con mucha frecuencia, no sirven absolutamente para nada, salvo para darnos fastidio y quizá alguna mortificación que nos haga más breve el purgatorio. Se cumple por desgracia esa broma que decía un viejo cura poco después del Concilio, cuando llegó la fiebre de las reuniones y de las discusiones: "El Señor cuando vuelva a la tierra no nos va a encontrar unidos, pero sí reunidos".

Ni "Obispos de aeropuerto", ni "curas de reuniones", ni tampoco de "sacristías". El Sagrario, el confesonario, el acompañamiento a los hijos de Dios que nos necesitan, son los lugares donde debemos pasar nuestro tiempo. Ahí sí somos de verdad eficaces. Y de lo otro, sólo lo imprescindible. Y lo dice uno como yo, que me paso la vida en un avión. Pero seguramente será porque tengo mucho que desgravar de purgatorio.

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