Celebramos hoy la que sin duda es la efemérides más importante de este año, y uno de los grandes eventos de la historia de la Humanidad, cual es el descubrimiento del océano más grande la tierra, el Pacífico, por uno de esos españoles grandes como fue Vasco Núñez de Balboa. Lástima que una vez más lo hagamos entre la general indiferencia de los españoles, mientras por cierto, algunos catetos tratan de explicarnos que España no existe, incapaces de comprender la importancia del legado que hemos recibido de las generaciones que nos precedieron, el cual deberíamos asumir como orgullosos herederos, en lugar de ser como somos, los críticos más mezquinos y los más ignorantes sucesores de cuanto hicieron quienes nos lo legaron.
Como quiera que sea, nuestro Vasco Núñez de Balboa nace en Jerez de los Caballeros en 1475, hijo, según se cree, de un hidalgo, Nuño Arias de Balboa, y de una mujer de La Antigua o de una dama de Extremadura. No es mucho lo que se sabe de su infancia. Tras servir como paje de Pedro de Portocarrero, señor de Moguer, en 1500 emprende viaje a América en la expedición de Rodrigo de Bastidas. Pasa nueve años en la isla de La Española, pero huyendo de sus acreedores, se embarca en 1509 como polizón en la expedición del alcalde de Nueva Andalucía, Martín Fernández de Enciso. Una vez en tierra firme, participa en el sometimiento del cacique Cémaco, y en la fundación de Santa María la Antigua de Darién, primera ciudad española en la América continental, de la que acabará siendo alcalde, como también gobernador de Veragua.
A partir de ese momento, Núñez de Balboa cultiva su faceta de explorador recorriendo todo el istmo panameño, sometiendo tribus indígenas y aplacando revueltas entre españoles. Uno de sus logros será la plantación del maíz en estas latitudes del subcontinente norteamericano.
En 1513 consigue la evangelización de uno de los grandes caciques de la zona, Careta. Enterado del mucho oro existente al otro lado del istmo, que riega un fabuloso mar que aún no han visto ojos europeos, se dirige a la prometedora tierra. Al llegar ante una montaña, e informado por los indios de que en su cima podrá ver el mar que conduce al otro lado del mundo, Balboa realiza sin compañía el último tramo de la expedición. El formidable descubrimiento confirma lo que ha ya tiempo se conocía, a saber, que el descubrimiento de Colón y los Pinzones era un continente ignoto y no el Cipango ni las Indias, de los que aún separa todo un segundo océano. Núñez de Balboa, armado de un estandarte de la Virgen y bañándose en el mar al que llama Mar del Sur, toma posesión de él para la corona castellana. Todo lo cual ocurría un venturoso 25 de septiembre de 1513, es decir, hace hoy exactamente 500 redondos años, medio milenio. Probablemente nadie relate la emoción del momento como lo hace ese gran escritor austríaco y judío que fue Stefan Zweig, en sus “Momentos estelares de la historia”.
Tras descubrir el Archipiélago de las Perlas, llamado así no por casualidad, Balboa vuelve por nuevos caminos a Santa María la Antigua, desde donde envía a Pedro de Arbolancha a España para dar cuenta al rey del fabuloso descubrimiento y enviarle el quinto de todas las riquezas que le corresponde. Y sin embargo, envenenado por uno de los muchos enemigos de Balboa, el rey nombra gobernador de la nueva provincia, llamada ahora Castilla de Oro, a Pedrarias Dávila. El leal Balboa acepta el nombramiento y hasta pide permiso a Pedrarias para una nueva exploración que le lleva al Dabaibe, cuando llega por fin el reconocimiento del explorador, nombrado Adelantado del Mar del Sur y Gobernador de Panamá y Coiba.
Aún iniciará una nueva campaña que le llevará a la que bautizará como Puerto Piñas, y en la que recabará noticias de un fabuloso imperio al sur del istmo, que no es otro que el imperio incaico del Perú, el cual planea conquistar. Pero de vuelta a casa se encuentra con la expedición que manda un tal Francisco Pizarro ¿les suena? –-, sin otra misión que la de detenerle por orden de Pedrarias. Una detención de la que resulta un juicio, y un juicio del que resulta una sentencia, ejecutada a espada el 15 de enero de 1519. Vasco Núñez de Balboa, autor de uno de los grandes descubrimientos de la historia, el océano más grande de la tierra, no cuenta ni con cuarenta y cuatro años de edad. Condenado por “traidor y usurpador de los territorios de la Corona” al oír la sentencia no puede contenerse y exclama: “Mentira, mentira; nunca halló cabida en mí semejante crimen; he servido al Rey como leal, sin pensar sino en acrecentar sus dominios”. Su enemigo Pedrarias observará la ejecución oculto tras un tablado.
Vasco Núñez de Balboa dará nombre a multitud de parques y avenidas de Panamá, donde existe un monumento dedicado al descubrimiento del Mar del Sur y donde por el contrario que nosotros, sí han preparado una fastuosa conmemoración acorde con la importancia del acontecimiento. En su honor se llama la moneda del país, en la que aparece su rostro, el “balboa”. Su nombre designa uno de los principales puertos del canal de Panamá y el distrito del Archipiélago de las Perlas, así como la máxima Orden otorgada por el gobierno panameño. Y en Madrid llevan su nombre calle y estación de Metro. En Cádiz otra calle. En San Diego, un parque… y así mil esquinas del mundo, adornadas con su nombre por doquier.
©L.A.
Si desea suscribirse a esta columna y recibirla en su correo cada día,
Otros artículos del autor relacionados con el tema
(haga click en el título si desea leerlos)
Del V Centenario del Descubrimiento de los EEUU (por los españoles naturalmente), que celebramos hoy