El rico se ríe para sus adentros de la advertencia de Jesús sobre la dificultad que tendrá el índice Dow Jones para acceder al reino de los cielos porque entiende que ningún camello en sus cabales tendrá la ocurrencia de intentar colarse por el ojo de una aguja. Por eso, porque no cree que la avaricia tenga efectos tan nocivos para la salvación, incluye en el libro de cuentas a la caridad en el capítulo de otros gastos en vez de reflejarla en el principal, junto a la compra de renovables, la desinversión en eléctricas y las ampliaciones de capital.
El dinero es como la grasa. Si se tiene de más es fácil que te llamen pez gordo. Aún así, ningún rico prefiere la liposucción al sobrepeso. Y, si la prefiere, no se le nota, a diferencia del limosnero del Papa, Konrad Krajewski, que ha salido en busca de los pobres para adelgazar las cuentas vaticanas por el novedoso método de adentrarse en la miseria en lugar de esperar a que los miserables llamen a su puerta. Lo que viene a ser, que no será, como si a usted, que se las ve negras para pagar la hipoteca, le visitara Botín a la casa que tienen a medias para decirle estamos en paz.