Todos hemos oído alguna vez…, el relato bíblico de la venta que hizo Esaú hijo de Isaac, de su primogenitura por un plato de lentejas. Resumidamente, la historia bíblica nos dice que el Señor le prometió a Abraham, una gran descendencia: “… 5 Luego lo llevó afuera y continuó diciéndole: «Mira hacia el cielo y si puedes, cuenta las estrellas». Y añadió: «Así será tu descendencia». 6 Abram creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación”. (Gn 15,5-6). Abraham tuvo dos hijos: Ismael hijo de la esclava Agar e Isaac que era el hijo legítimo de Abraham y su esposa Sara. Isaac, a los cuarenta años tomo por esposa a Rebeca, que tuvo dos mellizos Esaú y Jacob.
“21 Isaac oró al Señor por su esposa, que era estéril. El Señor lo escuchó, y su esposa Rebeca quedó embarazada. 22 Como los niños se chocaban el uno contra el otro dentro de su seno, ella exclamó: Si las cosas tienen que ser así, ¿vale la pena seguir viviendo? Entonces fue a consultar al Señor, 23 y Él le respondió: En tu seno hay dos naciones, dos pueblos se separan desde tus entrañas: uno será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor. 24 Cuando llegó el momento del parto, resultó que había mellizos en su seno. 25 El que salió primero era rubio, y estaba todo cubierto de vello, como si tuviera un manto de piel. A este lo llamaron Esaú. 26 Después salió su hermano, que con su mano tenía agarrado el talón de Esaú. Por ello lo llamaron Jacob”. (Gn 25,21-26)
Conforme a derecho, indudablemente, el primogénito es el primer nacido aunque exista la teoría científica, de que el primer nacido no es el primer concebido. Los derechos de primogenitura esencialmente estaban constituidos, por un aspecto material, cual era una doble porción de la herencia paterna (Gn 49,3) y lo que era más importante y trascendente que era el tradicional rito bíblico de los primogénitos, el cual garantizaba un rango superior en la familia.
“27 Los niños crecieron. Esaú se convirtió en un hombre agreste, experto en la caza. Jacob, en cambio, era un hombre apacible y apegado a su carpa. 28 Isaac quería más a Esaú, porque las presas de caza eran su plato preferido; pero Rebeca sentía más cariño por Jacob. 29 En cierta ocasión, Esaú volvió exhausto del campo, mientras Jacob estaba preparando un guiso. 30 Esaú dijo a Jacob: Déjame comer un poco de esa comida rojiza, porque estoy extenuado». Fue por eso que se dio a Esaú el nombre de Edom. 31 Pero Jacob le respondió: Dame antes tu derecho de hijo primogénito. 32 Me estoy muriendo», dijo Esaú. ¿De qué me servirá ese derecho? 33 Pero Jacob insistió: Júramelo antes. Él se lo juró y le vendió su derecho de hijo primogénito. 34 Jacob le dio entonces pan y guiso de lentejas. Esaú comió y bebió; después se levantó y se fue. Así menospreció Esaú el derecho que le correspondía por ser el hijo primogénito”. (Gn 25,27-34).
Frente a esta narración bíblica, lo primero que se nos ocurre pensar es que Esaú no sabía lo que hacía y lo más curioso es que tenemos el defecto de ver la mota en el ojo ajeno y no vemos la viga en el propio ojo. Continuamente nosotros somos unos nuevos imitadores de Esaú, y ello es fácil de explicar.
Tanto Esaú como todos nosotros, somos seres humanos, compuestos de una parte espiritual llamada alma y una parte material, llamada cuerpo. Lo nuestro es una continua lucha interior, entre los deseos que demanda nuestro cuerpo y los que provienen de nuestra alma. Nuestro cuerpo demanda bienes materiales, que son los propios del orden material al que él pertenece y nuestra alma, demande bienes espirituales que son a su vez los propios del orden superior, al que nuestra alma pertenece. Porque si nuestra persona, solo fuese materia, al final de sus días en este mundo se quedaría en estado de descomposición, porque toda la materia es corruptible y desaparece. Y si nuestra persona fuese solo espíritu, nunca moriría, porque todo lo que pertenece y forma parte del orden espiritual nunca fallece. Por ello lo que muere es nuestro cuerpo nunca nuestra alma que para bien o para mal vivirá eternamente el donde ella haya elegido vivir.
Lo de Esaú es muy en línea, con lo que a nosotros nos pasa. Esaú antes de ceder los derechos de primogenitura se dijo para sí: «Me estoy muriendo», dijo Esaú. ¿De qué me servirá ese derecho?. Y nosotros, antes de cometer una ofensa a Dios también nos decimos: Mi cuerpo me lo está pidiendo, Dios no se puede sentir ofendido por esto, al fin y al cabo ha sido Él el que me ha dado es cuerpo con estas necesidades que tiene. Y si resulta que he ofendido a Dios, hay que pensar, si de verdad esto es pecado, y si lo es, para algo está la confesión, voy a ella y en paz.
Esaú, cambió un bien espiritual como eran los derechos de primogenitura, por un bien material, que era un plato de lentejas, que por muy bien que estuvieran cocinadas y mucha fuera el hambre que tenía Esaú, las lentejas no dejan de ser lentejas y su valor es ridículo en relación a los derechos de primogenitura. Es que a nosotros nos pasa cuando ofendemos a Dios, valoramos más la satisfacción material que no ofrece la ofensa a Dios, que el valor de bien espiritual que tiene resistir la tentación demoniaca que nos propone ofender a Dios.
Estamos creados, para alcanzar la gloria de Dios, Tenemos que darnos cuenta, ser conscientes de que tu lector, que lees esta glosa y yo que la escribo los dos y todos los seres humanos estamos llamados a ser la gloria de nuestro Creador, porque: “Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices el aliento de la vida y resultó el hombre un ser viviente”. (Gn. 2,7). Nosotros, nos recuerda Henry Nouwen, que vivimos porque compartimos el aliento de Dios, la vida de Dios, la gloria de Dios. La pregunta no es tanto ¿cómo vivir para la gloria de Dios? sino ¿cómo vivir lo que somos?, ¿cómo hacer verdadero nuestro ser más profundo?
Piensa siempre, continuamente Yo soy la gloria de Dios, Si quieres vivir amando más a quien tanto te ama, haz de este pensamiento el centro de tu meditación, para que lentamente se vaya convirtiendo, no solo en una idea, sino en una realidad viva. Tú no puedes vivir tu vida interior autentica, si en ella, todo lo que existe no gira alrededor de tu amor a Dios. Tú eres el lugar en que Dios ha elegido para habitar... Tú lo tienes continuamente dentro de tu alma, porque si tu alma está en amistad y gracia de Dios, Él está continuamente ahí en el interior de tu ser viviendo contigo tus goces y tus sufrimientos tus triunfos y tus fracasos. La vida espiritual no es otra cosa, que permitir que exista el espacio en tu alma, en el que Dios pueda morar en ti, crear un espacio, en tu alma, en el que su gloria se pueda manifestar.
Y precisamente ahí, en ese espacio íntimo de tu alma, si es que estás ansiosamente enamorado de Dios, es ahí donde debes de buscarlo en el interior de tu ser. Porque Él quiere hacerse conocer por todo hombre que lo busque, más allá de las ideas y de los sentimientos que tengamos de Él. Jean Lafrance nos dice que: La fe nos asegura que Dios ha llegado al fondo del corazón del hombre y allí ha hecho su morada…Tú no le ves, pero Él está y en la medida que vayas avanzando en la intensidad de tu amor a Él, los sentidos de tu alma se irán despertando y abriendo, como las flores de un jardín cuando acabada la noche sale el sol y entonces será cuando, los sentidos de tu alma captarán la presencia del Señor y reconocerán su presencia tomando el amor que le ofreces.
¡Por favor! No vendas tu futura gloria por un plato de lentejas. No tienes ni idea de lo que te pierdes, de lo que te está esperando con los brazos abiertos, porque más que tu padre, que tu madre de cualquier mujer u hombre que te pueda amar está, el que te creó, que está enamorado de ti te ama apasionadamente, coo si tu fueses el único ser que Él ha creado, porque su amor carece de límites y puede individualizar su amor en cada uno de nosotros
¡Por favor! Deja las lentejas no te las comas tú, porque desgraciadamente ya habrá más de un idiota que se muera comiendo lentajas.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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