Acabo de leer en un artículo publicado en Religión en Libertad sobre la actitud de algunos obispos de Cataluña respecto a la cadena humana del día 14, en la que se va a insistir, de una u otra manera, en apostar por la independencia de Cataluña.

Dos de los obispos, el de Solsona y el de Gerona, han hablado del tema y ha habido una reacción en contra muy fuerte y hasta en algunas actitudes fuera de lugar, incluso repugnantes y de muy mal gusto.

Soy ya obispo Emérito y no tengo por qué entrar en el problema planteado en Cataluña y, menos, teniendo un matiz político. Pero cuando veo que un obispo que defiende la independencia de la Iglesia en cuestiones políticas en que cada uno es libre de opinar como quiera, es atacado de manera inmisericorde, no me puedo callar y me pongo a su lado, digan lo que digan quienes piensan de otra manera. Y, cuando veo que se intenta instrumentalizar a la Iglesia, como en el caso que nos ocupa, queriendo hacer ver que la Iglesia apoya una acción política cuando hay otras igualmente válidas, me pongo al lado del obispo cuando defiende la libertad de la Iglesia sin dejarse amedrentar por insultos y amenazas.

Antes que nada, ¿me permiten que diga lo que pienso sobre la concesión de la independencia que muchos piden para Cataluña? Lo hago, no como portavoz de la doctrina de la Iglesia, sino como simple ciudadano; creo que a nadie le puede molestar que me manifieste como tal. Desde luego, no creo que sean muchos los que respondan sí a las preguntas que voy a formular; yo tampoco contestaría sí. Si la provincia de Valencia pidiese lo mismo que está pidiendo el gobierno catalán ¿habría que concederle también la independencia? Porque estaría pidiendo lo mismo que pide Cataluña y si se le concede a Cataluña, con el mismo derecho habría que concedérselo a Valencia. Y si lo pidiese Andalucía ¿no habría que concedérselo también? Porque todos tenemos el mismo derecho. ¿Y si lo pidiese mi pueblo? Porque también tendría el mismo derecho.

Y si alguien dice que a Cataluña sí y a los demás casos no, que aporte razones. Creo que hay que razonar con serenidad. Si hay unas leyes y una Constitución que todos hemos aprobado, es deber de todos, Gobierno general, autonómico y local, respetar la Constitución; y si cualquier grupo no está de acuerdo con lo que dice la Constitución o las leyes, procure trabajar para que se cambien tanto la una como las otras. Lo que creo que no se puede hacer es que cada uno rechace lo que han aprobado todos los españoles.

Sin embargo, esto no es lo que más me importaba decir. Lo que sí quería decir, es felicitar a los obispos que han dicho una palabra buscando la libertad de la Iglesia; y, teniendo en cuenta lo que indudablemente puedan decir otros obispos sobre este tema, pienso que lo mismo que los obispos no debemos meternos en cuestiones políticas, tampoco los políticos deben pretender utilizar a la Iglesia, tratando de instrumentalizarla en apoyo de sus teorías y opciones partidistas. Cada uno debemos respetar los derechos y competencias de cada estamento y no intentando que toquen o no toquen las campanas en función de opciones que no podamos exigir. El bien común es lo que todos debemos buscar, tanto la Iglesia como la comunidad política.

José Gea