Desconozco si el Papa ha suscrito un contrato con tarifa plana, pero más le vale habida cuenta de lo que usa el teléfono para llamar a los que sufren, que son los que en este mundo están fuera de cobertura. A, por ejemplo, una joven romana que quedó a la vez embarazada y en situación embarazosa cuando el hombre de su vida le dijo tras dejarla encinta que estaba casado, que es la versión italiana de ir a por tabaco. 

El varón que la amaba de boquilla le recomendó también que abortara, pero ella decidió convertir la regla en una excepción de nueve meses y escribió al Papa comunicándole a la vez su decisión y su incertidumbre. Francisco, antítesis del silencio burocrático, la llamó de inmediato para que no perdiera la esperanza. La chica aprovechó para expresarle su temor a que, por ser divorciada y madre soltera, su hijo no recibiera el bautizo, pero el Pontífice le dijo que él mismo se encargaba de poner la pila. Lógico: Francisco sabe que cuando una mujer, casada o no, rompe aguas crece el Jordán.