A cuenta de la jornada de ayuno y oración que ha convocado el Papa Francisco, he mantenido una provechosa conversación por Whatsapp con un buen grupo de jóvenes católicos, muy comprometidos y fieles al Pontífice, entregados a la noble tarea de la propagación del Evangelio de la vida a través de la iniciativa CrossRoads (Encrucijada), nacida en los Estados unidos tras la JMJ de Denver.
Algunos preguntaban si además de ayunar en el sentido más extendido del término, reduciendo o eliminando alguna comida o bebida, qué otras formas de ayuno son posibles y válidas. También se planteaba en la animada conversación qué otros sacrificios podrían sustituir el ayuno para aquellos, fundamentalmente chicas, a quienes saltarse o reducir una comida no les parecía especialmente dificultoso.
Empezamos a poner ejemplos de gestos o actitudes que podrían ser ofrecidas por los jóvenes como sacrifico en esta jornada por la paz en Siria: fregar los cuartos de baño (para que no llo haga el de siempre), ayudar al hermano pequeño en eso que más nos molesta, no fumar durante el día, ofrecer la mejor sonrisa a los padres cuando lo que nos sale es pegar un bufido si nos corrigen, no usar redes sociales, apagar la televisión...
En realidad, constatamos que cualquier gesto, por pequeño que sea, ofrecido a Dios con una recta intención, hace fiesta en el cielo.
Al fin y al cabo, recordaba uno de mis interlocutores, de la mano de san Agustín, "fundamentalmente el ayuno no es una cuestión de estómago sino de corazón".